Carta de un judío a sus hermanos cristianos:
Me dirijo como judío a mis
“hermanos” cristianos, hermanos no sólo por tener todos nosotros en común como
humanos los mismos padres, tal como leemos en Génesis, sino también en cuanto
nos hermana la fe en el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, la creencia que Dios
existe y es el Creador de todo, y creer en la revelación del Eterno, la Biblia,
y por creer que las palabras de los Profetas de Israel son ciertas, que Dios
conoce los actos y pensamientos de los seres humanos. Y en ésta común creencia
podemos calificarnos de “hermanos”, los judíos en la sangre de nuestros
Patriarcas, por ser sus descendientes, y los cristianos en la fe y creencia en
el Eterno.
Es bien sabido que muchos
dirigentes de naciones quieren la destrucción de Israel, otros la partición no
sólo de la tierra de Israel sino también la de Jerusalén, es por lo que yo como
judío me permito recordar a mis “hermanos” cristianos las palabras de los
Profetas de Israel, que proceden del Eterno y que son eternas. La Biblia, palabra de
Dios para los que creen en ella, afirma categóricamente y sin lugar a dudas que
Jerusalén es la capital del pueblo judío y es herencia única y exclusiva para
el pueblo judío.
Es lógico y coherente que el
verdadero creyente profese lo que pone en la Biblia, desee y anhele el
cumplimiento de las profecías que los Profetas de Israel anunciaron tal como
está escrito en las Sagradas Escrituras.
Digo “hermanos” cristianos,
porque son los mismos Papas de la Iglesia lo que nos califican de “hermanos
mayores” a los judíos.
Juan Pablo II nos calificó a los
judíos como los “hermanos mayores” de los cristianos en su visita a la sinagoga
de Roma el 13 de abril de 1986, lo que sirvió al Papa Wojtyla para deplorar el
antisemitismo dirigido contra los hebreos: “en
todo tiempo y por quien quiera que sea”.[1]
El Papa Francisco en su rezo del
Angelus del domingo 10 de noviembre de 2013 dirigiéndose a los fieles en la
Plaza San Pedro evocó “las
violencias de la noche del 9-10 de noviembre de 1938 contra los judíos, sus
sinagogas, sus casas, sus comercios, que supusieron un triste paso hacia la
tragedia del Holocausto. Reconocemos nuestra proximidad y solidaridad con el
pueblo judío y oremos a Dios para que la memoria del pasado nos ayude a ser
siempre vigilantes contra todas las formas de odio y la intolerancia. Los
judíos son nuestros hermanos mayores, los más grandes”.[2]
Benedicto XVI afirmaba el 12 de
marzo de 2009 en su viaje a Israel que “la
Iglesia reconoce que los comienzos de su fe se fundan en la histórica
intervención divina en la vida del pueblo judío y aquí se funda nuestra
relación única. El pueblo judío, que fue escogido como el pueblo elegido,
comunica a la entera familia humana el conocimiento y la fidelidad al Dios uno,
único y verdadero. Los cristianos reconocemos de buen grado que nuestras
propias raíces se encuentran en la misma auto revelación de Dios, de la que se
nutre la experiencia religiosa de los judíos. Tenemos, pues, una sólida base
para construir una convivencia respetuosa y pacífica de modo estable”. [3]
El proceso de recuperación de la
Tierra de Israel bíblica y del hebreo, únicos en la historia de la humanidad y
que contradice la ley de la historia natural de las naciones -la ley de la
asimilación y desaparición de los pueblos- estaba profetizado miles de años
antes. Hace 2.700 años profetizaba Isaías 49:13-17 que a pesar que el pueblo
judío quedaría -en un futuro cercano- exiliado de su tierra, la Tierra de
Israel, el Eterno nunca se olvidaría de él (el pueblo judío) y le haría
retornar a su tierra.
Hace 3.400 años está profetizado
en Levítico 26:32-33 que la tierra de Israel sería devastada, el pueblo judío
sería esparcido entre las naciones y la espada nos perseguiría a los judíos, como
se ha cumplido a lo largo de la historia, la Tierra de Israel asolada y sus
ciudades en ruinas, pero también en Levítico 26:44, -hace 3.400 años-, se
profetiza que el Eterno nunca permitirá que el pueblo judío sea completamente
destruido ni aniquilado.
Hace más de 2.600 años Jeremías
31:1-24 y 32:36-37 advirtió que el pueblo judío sería exiliado por los
babilonios y que el Eterno recogería de todas las tierras al pueblo judío
adonde lo echó, que posteriormente lo haría volver a su hogar, la Tierra de Israel,
donde vivirá en seguridad. Ezequiel 34:13 hace 2.600 años profetizó que el
Eterno reunirá a los exiliados judíos de las diversas naciones a las que habían
sido esparcidos y que iba a restaurarlos a “su propia tierra”, la Tierra de
Israel bíblica.
Son innumerables las profecías en
la Biblia que aseguran que el pueblo judío será perseguido en los países a los
que seríamos desterrados los judíos durante nuestro exilio, y que la tierra de
Israel quedaría en ruinas, nuestros santuarios una desolación, y que los
enemigos de Israel residirían en la tierra de Israel durante y después de la
época del exilio (Levítico 26:31-32). Nehemías hace 2.500 años profetizó que
los judíos que regresarían en el futuro a la Tierra de Israel y serán recibidos
con hostilidad por parte de los extranjeros residentes en Jerusalén y sus
alrededores (¿no suena esto muy actual, y causa del conflicto
israelí-palestino?). Continúa profetizando Nehemías que estos extranjeros se
burlan de los judíos por procurar reconstruir Jerusalén y Nehemías se enfrenta
a estos diciéndoles:“El Dios
del cielo nos hará salir adelante. Por tanto nosotros sus siervos nos
levantaremos y construiremos. Pero vosotros no tenéis parte, ni derecho, ni
recuerdo en Jerusalén” [Nehemías 2:20].
En Levítico 26:32:“Y vuestros enemigos que habitarán la
tierra (de Israel) estarán desolados en ella”. Hasta la fecha, los
enemigos del pueblo judío que habitan nuestra tierra, la Tierra de Israel,
están desolados, no son parte de ella.
El capítulo 60 del libro del
profeta Isaías describe el retorno del pueblo judío a Eretz, desde la lejanía y
de todos los confines del planeta, por tierra, por barcos y también volando.
Tan pronto como se proclamó la
refundación del Estado de Israel en una porción de su tierra en 1948, los judíos
comenzaron a llegar desde los cuatro puntos cardinales de la tierra: norte,
sur, este y oeste. Tal como dijo el profeta en Isaías 43:5-6: “No temas, porque Yo (Dios) estoy
contigo; del oriente traeré tu descendencia, y del occidente te recogeré. Diré
al norte: Da acá; y al sur: No detengas; trae de lejos Mis hijos, y Mis hijas
de los confines de la tierra”. Hay multitud de pasajes en la Biblia
que anticipan el retorno de el pueblo judío a la Tierra de Israel (Eretz Israel,
como decimos en hebreo).
Jeremías 16:14-15: He aquí pues que vendrán días, dice el
Eterno, en que no se dirá más: “Vive el Eterno, que trajo a los hijos de Israel
de la tierra de Egipto”, sino: “Vive el Eterno, que trajo a los hijos de Israel
de la tierra del norte, y de todos los países adonde Él los llevó”, y los
traeré de vuelta a la tierra que les di a sus padres.
Eretz, la tierra de Israel, ha
sido conquistada por muchas naciones, pero ninguna de ellas llegó a dividir la
tierra, hasta que los británicos hace un siglo la dividieron. Hace unos 2.700
años profetizó Joel 4:1-2: Por
cuanto he aquí que en aquellos días y en aquel tiempo, cuando hiciere retornar
a los cautivos de Judá y Jerusalén, reuniré a todas las naciones y las traeré
al valle de Josafat, y las he de juzgar allí, por Mi pueblo y por Mi herencia
Israel, a quien esparcieron entre las naciones, y dividieron Mi tierra”.
Todas las diversas potencias
imperiales y coloniales que ocuparon la Tierra de Israel les interesó por
motivos geoestratégicos mantenerla intacta, siempre integra. Esta división de
Israel –que profetiza Joel- no ocurrió ni bajo la ocupación árabe ni la
otomana, pero se ha dado solamente en nuestros días. El Reino Unido había sido
puesto a cargo de “Palestina” por las fuerzas aliadas que habían sido
victoriosas en la Primera Guerra Mundial y que le dieron el Mandato por
intermedio de la Liga de las Naciones para que esta tierra quedase como refugio
para los judíos, quienes habían sido dispersados por todo el mundo, pero el
Reino Unido la dividió, contraviniendo toda lógica y tradición.
Hace 2.500 años Zacarías- 12:2-3
profetizó: “He aquí que haré
que Jerusalén sea una copa de vértigo para todos los pueblos de alrededor, y
sobre Judá también estará la batalla, en el sitio contra Jerusalén. Y
acontecerá en aquel día que haré de Jerusalén una piedra de carga para todos
los pueblos, todos los que la levanten de hecho quedarán lacerados. Y todas las
naciones de la tierra se juntarán contra ella”
El profeta Zacarias hace
distinción de dos grupos: “todos los pueblos de alrededor contra Judá” y “todas
las naciones de la tierra”. Estos grupos son identificados por dos profecías
diferentes. Para el primer grupo Jerusalén será “una copa de vértigo, que hará
temblar” y para el segundo grupo Jerusalén será “una piedra pesada”. El primer
grupo son las naciones vecinas de la Tierra de Israel, el segundo grupo es
identificado como todas las naciones de la tierra que “se juntarán contra ella”.
Para que todas las naciones estén
unidas en contra de Israel, tendría que existir una organización de “todas las
naciones”. Las Naciones Unidas empezaron a existir oficialmente el 24 de
octubre de 1945, después de que la Carta fuera ratificada por China, Francia,
la Unión Soviética, el Reino Unido, los Estados Unidos y la mayoría de los
demás signatarios, justo a tiempo para ser el conducto del cumplimiento de esta
profecía dicha hace 25 siglos. Y se ha confirmado históricamente con creces que
todos los países que han querido inmiscuirse han tenido serios problemas por
ello y no han resuelto nada, cumpliéndose: Todos los que estén cargados con
ella quedarán heridos.
Todas las naciones vecinas Israel
están unidas por una ideología y deseo común, la voluntad de destruir a Israel.
Esta ideología no existía en el tiempo que fueron pronunciadas estas profecías.
El antisemitismo, la judeofobia, no tiene una base lógica ni obedece a
intereses ulteriores. La implacable animadversión gratuita contra Israel que ha
persistido, y persiste, durante miles de años, es mantenida por el odio
insensato y absurdo y la demente obsesión de exterminar a los judíos y
aniquilar el judaísmo.
Ninguna otra nación u otra
nacionalidad ha sido blanco por tanto tiempo de tal odio. En el libro “La
Guerra Secreta en contra de los judíos”, Mark Aarons y John Loftus escriben: “Por más de veinte siglos los judíos han
sido perseguidos, desplazados y aniquilados. Es cierto que otros grupos han
sufrido enormemente en las manos de tiranos, pero existe una diferencia
crucial. […] En cada uno de estos casos, el genocidio fue con la intención de
servir un propósito más profundo, como la conquista de un territorio, la
adquisición de fortunas, el engrandecimiento de poder político… en contraste,
el genocidio de la gente judía fue hecho no necesariamente para alcanzar otro
propósito fundamental. ¡Ese era el propósito fundamental! [la aniquilación del
pueblo judío] Esto es lo que hace el Holocausto Nazi tan singular, tan
distinto, tan único.”
Queridos “hermanos” cristianos, Todas las profecías
se están cumpliendo.
En los corazones de los judíos
palpitan almas judías que dirigen con esperanza sus miradas hacia Sion, una
esperanza bimilenaria de ser un pueblo libre en nuestra tierra, en tierra de
Sion y Jerusalén,
como profetizó Zacarías 12:6-10:“Y
Jerusalén será habitada otra vez en su propio lugar, en Jerusalén … En aquel
día el Eterno defenderá a los moradores de Jerusalén, […] Y sucederá en aquel
día que trataré de destruir a todas las naciones que vinieren contra Jerusalén.
Y volcaré sobre la casa de David y los moradores de Jerusalén el espíritu de la
gracia y de la imploración. Y Me mirarán a Mí.” “Me llamarán por Mi Nombre, y les contestaré.
Diré: “Es Mi pueblo”, y ellos dirán: “¡El Eterno es mi D-s”! [Zacarías
13:9].
Los
creyentes, aquellos que creen en la Biblia como Palabra del Eterno, podrán
recordar que aquellos que quieran dividir la tierra, una parte para los judíos
y otra para “árabe-palestinos” o el grupo que sea, serán juzgados por el
Eterno; ya lo profetizó hace unos 2.700 años Joel 4:1-2: Por cuanto he aquí que en aquellos
días y en aquel tiempo, cuando hiciere retornar a los cautivos de Judá y Jerusalén,
reuniré a todas las naciones y las traeré al valle de Josafat, y las he de
juzgar allí, por Mi pueblo y por Mi herencia Israel, a quien esparcieron entre
las naciones, y dividieron Mi tierra.”
Es por ello que si alguien se
opone a la Palabra del Eterno, y quiere la división de Israel y/o de Jerusalén
le será una piedra pesada como profetizaba años Zacarías 12:2-3: “He aquí que haré que Jerusalén sea
una copa de vértigo para todos los pueblos de alrededor, y sobre Judá también
estará la batalla, en el sitio contra Jerusalén. Y acontecerá en aquel día que
haré de Jerusalén una piedra de carga para todos los pueblos, todos los que la
levanten de hecho quedarán lacerados. Y todas las naciones de la tierra se
juntarán contra ella.”
¿Por qué se cuestiona a Israel y Jerusalén?
Por el mero hecho de atacar la
palabra de Dios, del Eterno, rechazar la validez de la Biblia, y combatir,
luchar contra lo que está profetizado para poder demostrar que es falso, que
las profecías, que la Biblia es un cuento y no tiene nada de veraz, nada de
cierto.
Ese es en realidad es objetivo de
querer destruir Israel, de querer que otra colectividad tenga derecho a ella,
para poder negar la veracidad, la autenticidad de la Biblia, de sus profecías.
Esto es comprensible en aquellas
personas que niegan a Dios, al Dios de la Biblia, y niegan su existencia, por
lo que rechazan la Biblia como palabra del Eterno, “necesitan” atacar a Israel
para legitimar su odio y rechazo a la ética y valores emanados de la Torá.
Querido “hermano” creyente
cristiano, no yo como “hermano mayor”, sino de igual a igual, que si quieres
que tu nación pueda contarse entre las que está profetizado como una de la
muchas naciones que se unirán en corazón, mente y en verdad al Eterno exige a
tu gobierno que reconozca a Jerusalén como Capital Eterna de Israel y que
rechace la partición que pregonan aquellos que no reconocen la Palabra de Dios.
Zacarías 2:11-13: En aquel día se unirán al Eterno
muchas naciones, y serán mi pueblo. Y habitaré en medio de ti. Entonces
conoceréis que Dios de los Ejércitos me ha enviado a ti. El Eterno poseerá a Judá
como su heredad en la Tierra Santa, y de nuevo escogerá a Jerusalén.¡Calle todo
mortal delante del Eterno, porque él se ha despertado en su santa morada!
Recordemos que las profecías
sobre la desolación, destrucción, exilio del pueblo judío se han cumplido,
también se están cumpliendo la promesas del retorno del pueblo judío a la
Tierra de Israel. Ten seguro “hermano” cristiano, tan cierto como el Eterno
existe, que también se cumplirá lo que está profetizado por Joel, que juzgará a
aquellos que esparcieron al pueblo judío entre las naciones y dividieron la
Tierra de Israel y negaron la herencia del pueblo judío, la Tierra de Israel.
Es de justicia dar a cada uno lo
que es suyo, Jerusalén y la Tierra de Israel son herencia única, legítima, y
exclusiva para el pueblo judío. Recordando al salmista:“Porque el Eterno es justo y ama la
justicia. Los rectos contemplarán su rostro”. [Salmos 11:7]
El pueblo judío es el único, el
legítimo y único heredero de Eretz Israel (la Tierra de Israel), el resto de
las naciones, de los pueblos tienen toda la tierra. La superficie de la tierra
de Israel es 20.700 km², menor que el de la comunidad de Valencia, es dos veces
y media la superficie de la comunidad de Madrid. Toda la tierra, excepto Eretz
Israel de diminuta superficie, pertenece al resto de naciones.
Los que aman a Dios y a Su
Palabra, comprenden lo que está escrito en que Deuteronomio 30:7: “Entonces el Eterno tu Dios volverá
aquellas maldiciones contra tus enemigos y contra los que te aborrecen y contra
los que te persiguieron” La Tierra de Israel es nuestra heredad, la del
pueblo judío, única y exclusivamente del pueblo judío, la herencia que el
Eterno ha dado a perpetuidad del Pueblo Judío.
Todos se atreven a hacer análisis
de historia y geoestrategia sobre Israel. Súbitamente todos se vuelven
analistas de primera y excelsos expertos en historia de Israel, sin la menor
idea de la historia de Israel y la más absoluta ignorancia. Cuestionan la
existencia de Israel, su integridad territorial, y en ningún momento se han
cuestionado la integridad de un Irán persa que ocupa Sistán y Baluchistán, de
más de 180.000 km2.
O una Turquía ocupante del
kurdestán, también ocupante de la europea y griega isla de Chipre, o de la
provincia siria de Hatay y Alexandreta, y de parte del territorio del Kurdistán
(230 000 km²).
Kurdistán ocupado no sólo por
Turquía, también por Irán (28 817 km²), Siria (40.000 kms), Irak (más de 40.000
kms).
O de los mismos Estados Unidos
que conquistaron tierras conquistadas anteriormente por los españoles, como
Texas, California, Nevada, Florida, Nuevo México, Arizona, Oregón, Alabama,
Colorado, Utah.
Ni la integridad de los estados
europeos. Nadie cuestiona nada, pero sí a Israel. La razón es deslegitimar
Israel, poder destruir Israel para “mostrar” que la Biblia es falsa.
Pero el Eterno es el Guardián de
Israel (Salmo 120).
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