jueves, 9 de mayo de 2019

- el corazón: significados en la Biblia

Una de las palabras hebreas más importantes de la Biblia tiene solo 2 letras: לב (lev). La traducción simple para esta palabra es “corazón”. No es sorprendente que esta sea una palabra importante, que se encuentra cientos de veces en la Biblia. Pero rara vez se refiere al corazón como el órgano ubicado en el centro de nuestro sistema circulatorio. ¿Sabes lo que realmente significa el “corazón” en la Biblia?
El corazón moral
La palabra hebrea para corazón, lev (לב) se encuentra cientos de veces en la Biblia. En el modo de pensar bíblico, el lev es mucho más que simplemente el órgano que bombea incansablemente la sangre por nuestras venas. El lev es el órgano humano central. Representa el ser interno. Es lo que nos hace amar, llorar, pecar y sentir empatía. Un mejor equivalente español sería "psique". Por esta razón, en el hebreo original de la Biblia, innumerables cualidades morales se expresan usando la palabra lev.
¿Qué hay dentro del corazón?
Aquí hay una muestra de cómo la Biblia usa la palabra lev para expresar una amplia variedad de rasgos humanos:
• una persona honorable se describe como yashar-lev, "sincero" (Salmos 7:11)
• una persona obstinada es kashe-lev, "corazón duro" (Ezequiel 3:7)
• una persona arrogante es culpable de gevah-lev, "corazón elevado" (Proverbios 16:5)
• una persona deshonesta tiene un lev va-lev, un "corazón y corazón" o un "corazón doble" (Salmos 12:3)
• una persona valiente se llama amitz-lev, "corazón poderoso" (Amós 2:16)
El valor de regresar al estudio de las fuentes:
Tu Biblia traducida en español ha tomado el fascinante y rico lenguaje hebreo y lo ha aplanado para que sea más sencillo para los hispanohablantes. Esto le quita el poder vital a las Escrituras. Una figura heroica como David no es simplemente "valiente" sino de "corazón poderoso".


- Israel y Jerusalén, regalo del Señor a su Pueblo

Carta de un judío a sus hermanos cristianos:
Me dirijo como judío a mis “hermanos” cristianos, hermanos no sólo por tener todos nosotros en común como humanos los mismos padres, tal como leemos en Génesis, sino también en cuanto nos hermana la fe en el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, la creencia que Dios existe y es el Creador de todo, y creer en la revelación del Eterno, la Biblia, y por creer que las palabras de los Profetas de Israel son ciertas, que Dios conoce los actos y pensamientos de los seres humanos. Y en ésta común creencia podemos calificarnos de “hermanos”, los judíos en la sangre de nuestros Patriarcas, por ser sus descendientes, y los cristianos en la fe y creencia en el Eterno.
Es bien sabido que muchos dirigentes de naciones quieren la destrucción de Israel, otros la partición no sólo de la tierra de Israel sino también la de Jerusalén, es por lo que yo como judío me permito recordar a mis “hermanos” cristianos las palabras de los Profetas de Israel, que proceden del Eterno y que son eternas. La Biblia, palabra de Dios para los que creen en ella, afirma categóricamente y sin lugar a dudas que Jerusalén es la capital del pueblo judío y es herencia única y exclusiva para el pueblo judío.
Es lógico y coherente que el verdadero creyente profese lo que pone en la Biblia, desee y anhele el cumplimiento de las profecías que los Profetas de Israel anunciaron tal como está escrito en las Sagradas Escrituras.
Digo “hermanos” cristianos, porque son los mismos Papas de la Iglesia lo que nos califican de “hermanos mayores” a los judíos.
Juan Pablo II nos calificó a los judíos como los “hermanos mayores” de los cristianos en su visita a la sinagoga de Roma el 13 de abril de 1986, lo que sirvió al Papa Wojtyla para deplorar el antisemitismo dirigido contra los hebreos: “en todo tiempo y por quien quiera que sea”.[1] 
El Papa Francisco en su rezo del Angelus del domingo 10 de noviembre de 2013 dirigiéndose a los fieles en la Plaza San Pedro evocó “las violencias de la noche del 9-10 de noviembre de 1938 contra los judíos, sus sinagogas, sus casas, sus comercios, que supusieron un triste paso hacia la tragedia del Holocausto. Reconocemos nuestra proximidad y solidaridad con el pueblo judío y oremos a Dios para que la memoria del pasado nos ayude a ser siempre vigilantes contra todas las formas de odio y la intolerancia. Los judíos son nuestros hermanos mayores, los más grandes”.[2] 
Benedicto XVI afirmaba el 12 de marzo de 2009 en su viaje a Israel que “la Iglesia reconoce que los comienzos de su fe se fundan en la histórica intervención divina en la vida del pueblo judío y aquí se funda nuestra relación única. El pueblo judío, que fue escogido como el pueblo elegido, comunica a la entera familia humana el conocimiento y la fidelidad al Dios uno, único y verdadero. Los cristianos reconocemos de buen grado que nuestras propias raíces se encuentran en la misma auto revelación de Dios, de la que se nutre la experiencia religiosa de los judíos. Tenemos, pues, una sólida base para construir una convivencia respetuosa y pacífica de modo estable”. [3]
El proceso de recuperación de la Tierra de Israel bíblica y del hebreo, únicos en la historia de la humanidad y que contradice la ley de la historia natural de las naciones -la ley de la asimilación y desaparición de los pueblos- estaba profetizado miles de años antes. Hace 2.700 años profetizaba Isaías 49:13-17 que a pesar que el pueblo judío quedaría -en un futuro cercano- exiliado de su tierra, la Tierra de Israel, el Eterno nunca se olvidaría de él (el pueblo judío) y le haría retornar a su tierra.
Hace 3.400 años está profetizado en Levítico 26:32-33 que la tierra de Israel sería devastada, el pueblo judío sería esparcido entre las naciones y la espada nos perseguiría a los judíos, como se ha cumplido a lo largo de la historia, la Tierra de Israel asolada y sus ciudades en ruinas, pero también en Levítico 26:44, -hace 3.400 años-, se profetiza que el Eterno nunca permitirá que el pueblo judío sea completamente destruido ni aniquilado.
Hace más de 2.600 años Jeremías 31:1-24 y 32:36-37 advirtió que el pueblo judío sería exiliado por los babilonios y que el Eterno recogería de todas las tierras al pueblo judío adonde lo echó, que posteriormente lo haría volver a su hogar, la Tierra de Israel, donde vivirá en seguridad. Ezequiel 34:13 hace 2.600 años profetizó que el Eterno reunirá a los exiliados judíos de las diversas naciones a las que habían sido esparcidos y que iba a restaurarlos a “su propia tierra”, la Tierra de Israel bíblica.
Son innumerables las profecías en la Biblia que aseguran que el pueblo judío será perseguido en los países a los que seríamos desterrados los judíos durante nuestro exilio, y que la tierra de Israel quedaría en ruinas, nuestros santuarios una desolación, y que los enemigos de Israel residirían en la tierra de Israel durante y después de la época del exilio (Levítico 26:31-32). Nehemías hace 2.500 años profetizó que los judíos que regresarían en el futuro a la Tierra de Israel y serán recibidos con hostilidad por parte de los extranjeros residentes en Jerusalén y sus alrededores (¿no suena esto muy actual, y causa del conflicto israelí-palestino?). Continúa profetizando Nehemías que estos extranjeros se burlan de los judíos por procurar reconstruir Jerusalén y Nehemías se enfrenta a estos diciéndoles:“El Dios del cielo nos hará salir adelante. Por tanto nosotros sus siervos nos levantaremos y construiremos. Pero vosotros no tenéis parte, ni derecho, ni recuerdo en Jerusalén” [Nehemías 2:20].
En Levítico 26:32:“Y vuestros enemigos que habitarán la tierra (de Israel) estarán desolados en ella”. Hasta la fecha, los enemigos del pueblo judío que habitan nuestra tierra, la Tierra de Israel, están desolados, no son parte de ella.
El capítulo 60 del libro del profeta Isaías describe el retorno del pueblo judío a Eretz, desde la lejanía y de todos los confines del planeta, por tierra, por barcos y también volando.
Tan pronto como se proclamó la refundación del Estado de Israel en una porción de su tierra en 1948, los judíos comenzaron a llegar desde los cuatro puntos cardinales de la tierra: norte, sur, este y oeste. Tal como dijo el profeta en Isaías 43:5-6: “No temas, porque Yo (Dios) estoy contigo; del oriente traeré tu descendencia, y del occidente te recogeré. Diré al norte: Da acá; y al sur: No detengas; trae de lejos Mis hijos, y Mis hijas de los confines de la tierra”. Hay multitud de pasajes en la Biblia que anticipan el retorno de el pueblo judío a la Tierra de Israel (Eretz Israel, como decimos en hebreo).
Jeremías 16:14-15: He aquí pues que vendrán días, dice el Eterno, en que no se dirá más: “Vive el Eterno, que trajo a los hijos de Israel de la tierra de Egipto”, sino: “Vive el Eterno, que trajo a los hijos de Israel de la tierra del norte, y de todos los países adonde Él los llevó”, y los traeré de vuelta a la tierra que les di a sus padres.
Eretz, la tierra de Israel, ha sido conquistada por muchas naciones, pero ninguna de ellas llegó a dividir la tierra, hasta que los británicos hace un siglo la dividieron. Hace unos 2.700 años profetizó Joel 4:1-2: Por cuanto he aquí que en aquellos días y en aquel tiempo, cuando hiciere retornar a los cautivos de Judá y Jerusalén, reuniré a todas las naciones y las traeré al valle de Josafat, y las he de juzgar allí, por Mi pueblo y por Mi herencia Israel, a quien esparcieron entre las naciones, y dividieron Mi tierra”.
Todas las diversas potencias imperiales y coloniales que ocuparon la Tierra de Israel les interesó por motivos geoestratégicos mantenerla intacta, siempre integra. Esta división de Israel –que profetiza Joel- no ocurrió ni bajo la ocupación árabe ni la otomana, pero se ha dado solamente en nuestros días. El Reino Unido había sido puesto a cargo de “Palestina” por las fuerzas aliadas que habían sido victoriosas en la Primera Guerra Mundial y que le dieron el Mandato por intermedio de la Liga de las Naciones para que esta tierra quedase como refugio para los judíos, quienes habían sido dispersados por todo el mundo, pero el Reino Unido la dividió, contraviniendo toda lógica y tradición.
Hace 2.500 años Zacarías- 12:2-3 profetizó: “He aquí que haré que Jerusalén sea una copa de vértigo para todos los pueblos de alrededor, y sobre Judá también estará la batalla, en el sitio contra Jerusalén. Y acontecerá en aquel día que haré de Jerusalén una piedra de carga para todos los pueblos, todos los que la levanten de hecho quedarán lacerados. Y todas las naciones de la tierra se juntarán contra ella”
El profeta Zacarias hace distinción de dos grupos: “todos los pueblos de alrededor contra Judá” y “todas las naciones de la tierra”. Estos grupos son identificados por dos profecías diferentes. Para el primer grupo Jerusalén será “una copa de vértigo, que hará temblar” y para el segundo grupo Jerusalén será “una piedra pesada”. El primer grupo son las naciones vecinas de la Tierra de Israel, el segundo grupo es identificado como todas las naciones de la tierra que “se juntarán contra ella”.
Para que todas las naciones estén unidas en contra de Israel, tendría que existir una organización de “todas las naciones”. Las Naciones Unidas empezaron a existir oficialmente el 24 de octubre de 1945, después de que la Carta fuera ratificada por China, Francia, la Unión Soviética, el Reino Unido, los Estados Unidos y la mayoría de los demás signatarios, justo a tiempo para ser el conducto del cumplimiento de esta profecía dicha hace 25 siglos. Y se ha confirmado históricamente con creces que todos los países que han querido inmiscuirse han tenido serios problemas por ello y no han resuelto nada, cumpliéndose: Todos los que estén cargados con ella quedarán heridos.
Todas las naciones vecinas Israel están unidas por una ideología y deseo común, la voluntad de destruir a Israel. Esta ideología no existía en el tiempo que fueron pronunciadas estas profecías. El antisemitismo, la judeofobia, no tiene una base lógica ni obedece a intereses ulteriores. La implacable animadversión gratuita contra Israel que ha persistido, y persiste, durante miles de años, es mantenida por el odio insensato y absurdo y la demente obsesión de exterminar a los judíos y aniquilar el judaísmo.
Ninguna otra nación u otra nacionalidad ha sido blanco por tanto tiempo de tal odio. En el libro “La Guerra Secreta en contra de los judíos”, Mark Aarons y John Loftus escriben: “Por más de veinte siglos los judíos han sido perseguidos, desplazados y aniquilados. Es cierto que otros grupos han sufrido enormemente en las manos de tiranos, pero existe una diferencia crucial. […] En cada uno de estos casos, el genocidio fue con la intención de servir un propósito más profundo, como la conquista de un territorio, la adquisición de fortunas, el engrandecimiento de poder político… en contraste, el genocidio de la gente judía fue hecho no necesariamente para alcanzar otro propósito fundamental. ¡Ese era el propósito fundamental! [la aniquilación del pueblo judío] Esto es lo que hace el Holocausto Nazi tan singular, tan distinto, tan único.”
Queridos “hermanos” cristianos, Todas las profecías se están cumpliendo.
En los corazones de los judíos palpitan almas judías que dirigen con esperanza sus miradas hacia Sion, una esperanza bimilenaria de ser un pueblo libre en nuestra tierra, en tierra de Sion y Jerusalén, como profetizó Zacarías 12:6-10:“Y Jerusalén será habitada otra vez en su propio lugar, en Jerusalén … En aquel día el Eterno defenderá a los moradores de Jerusalén, […] Y sucederá en aquel día que trataré de destruir a todas las naciones que vinieren contra Jerusalén. Y volcaré sobre la casa de David y los moradores de Jerusalén el espíritu de la gracia y de la imploración. Y Me mirarán a Mí.”Me llamarán por Mi Nombre, y les contestaré. Diré: “Es Mi pueblo”, y ellos dirán: “¡El Eterno es mi D-s”! [Zacarías 13:9].
Los creyentes, aquellos que creen en la Biblia como Palabra del Eterno, podrán recordar que aquellos que quieran dividir la tierra, una parte para los judíos y otra para “árabe-palestinos” o el grupo que sea, serán juzgados por el Eterno; ya lo profetizó hace unos 2.700 años Joel 4:1-2: Por cuanto he aquí que en aquellos días y en aquel tiempo, cuando hiciere retornar a los cautivos de Judá y Jerusalén, reuniré a todas las naciones y las traeré al valle de Josafat, y las he de juzgar allí, por Mi pueblo y por Mi herencia Israel, a quien esparcieron entre las naciones, y dividieron Mi tierra.”
Es por ello que si alguien se opone a la Palabra del Eterno, y quiere la división de Israel y/o de Jerusalén le será una piedra pesada como profetizaba años Zacarías 12:2-3: “He aquí que haré que Jerusalén sea una copa de vértigo para todos los pueblos de alrededor, y sobre Judá también estará la batalla, en el sitio contra Jerusalén. Y acontecerá en aquel día que haré de Jerusalén una piedra de carga para todos los pueblos, todos los que la levanten de hecho quedarán lacerados. Y todas las naciones de la tierra se juntarán contra ella.”
¿Por qué se cuestiona a Israel y Jerusalén?
Por el mero hecho de atacar la palabra de Dios, del Eterno, rechazar la validez de la Biblia, y combatir, luchar contra lo que está profetizado para poder demostrar que es falso, que las profecías, que la Biblia es un cuento y no tiene nada de veraz, nada de cierto.
Ese es en realidad es objetivo de querer destruir Israel, de querer que otra colectividad tenga derecho a ella, para poder negar la veracidad, la autenticidad de la Biblia, de sus profecías.
Esto es comprensible en aquellas personas que niegan a Dios, al Dios de la Biblia, y niegan su existencia, por lo que rechazan la Biblia como palabra del Eterno, “necesitan” atacar a Israel para legitimar su odio y rechazo a la ética y valores emanados de la Torá.
Querido “hermano” creyente cristiano, no yo como “hermano mayor”, sino de igual a igual, que si quieres que tu nación pueda contarse entre las que está profetizado como una de la muchas naciones que se unirán en corazón, mente y en verdad al Eterno exige a tu gobierno que reconozca a Jerusalén como Capital Eterna de Israel y que rechace la partición que pregonan aquellos que no reconocen la Palabra de Dios.
Zacarías 2:11-13: En aquel día se unirán al Eterno muchas naciones, y serán mi pueblo. Y habitaré en medio de ti. Entonces conoceréis que Dios de los Ejércitos me ha enviado a ti. El Eterno poseerá a Judá como su heredad en la Tierra Santa, y de nuevo escogerá a Jerusalén.¡Calle todo mortal delante del Eterno, porque él se ha despertado en su santa morada!
Recordemos que las profecías sobre la desolación, destrucción, exilio del pueblo judío se han cumplido, también se están cumpliendo la promesas del retorno del pueblo judío a la Tierra de Israel. Ten seguro “hermano” cristiano, tan cierto como el Eterno existe, que también se cumplirá lo que está profetizado por Joel, que juzgará a aquellos que esparcieron al pueblo judío entre las naciones y dividieron la Tierra de Israel y negaron la herencia del pueblo judío, la Tierra de Israel.
Es de justicia dar a cada uno lo que es suyo, Jerusalén y la Tierra de Israel son herencia única, legítima, y exclusiva para el pueblo judío. Recordando al salmista:“Porque el Eterno es justo y ama la justicia. Los rectos contemplarán su rostro”. [Salmos 11:7]
El pueblo judío es el único, el legítimo y único heredero de Eretz Israel (la Tierra de Israel), el resto de las naciones, de los pueblos tienen toda la tierra. La superficie de la tierra de Israel es 20.700 km², menor que el de la comunidad de Valencia, es dos veces y media la superficie de la comunidad de Madrid. Toda la tierra, excepto Eretz Israel de diminuta superficie, pertenece al resto de naciones.
Los que aman a Dios y a Su Palabra, comprenden lo que está escrito en que Deuteronomio 30:7: “Entonces el Eterno tu Dios volverá aquellas maldiciones contra tus enemigos y contra los que te aborrecen y contra los que te persiguieron” La Tierra de Israel es nuestra heredad, la del pueblo judío, única y exclusivamente del pueblo judío, la herencia que el Eterno ha dado a perpetuidad del Pueblo Judío.
Todos se atreven a hacer análisis de historia y geoestrategia sobre Israel. Súbitamente todos se vuelven analistas de primera y excelsos expertos en historia de Israel, sin la menor idea de la historia de Israel y la más absoluta ignorancia. Cuestionan la existencia de Israel, su integridad territorial, y en ningún momento se han cuestionado la integridad de un Irán persa que ocupa Sistán y Baluchistán, de más de 180.000 km2.
O una Turquía ocupante del kurdestán, también ocupante de la europea y griega isla de Chipre, o de la provincia siria de Hatay y Alexandreta, y de parte del territorio del Kurdistán (230 000 km²).
Kurdistán ocupado no sólo por Turquía, también por Irán (28 817 km²), Siria (40.000 kms), Irak (más de 40.000 kms).
O de los mismos Estados Unidos que conquistaron tierras conquistadas anteriormente por los españoles, como Texas, California, Nevada, Florida, Nuevo México, Arizona, Oregón, Alabama, Colorado, Utah.
Ni la integridad de los estados europeos. Nadie cuestiona nada, pero sí a Israel. La razón es deslegitimar Israel, poder destruir Israel para “mostrar” que la Biblia es falsa.
Pero el Eterno es el Guardián de Israel (Salmo 120).
NOTAS



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- Agar, Abraham, Ismael


No es casualidad que hayan sido mujeres migrantes quienes con sus experiencias, tejieron el entramado que reveló a la humanidad un gran plan de salvación.
A Agar por ejemplo, una certeza racional, social y política la expulsó al desierto de la incertidumbre. Caminó sola con su hijo Ismael (nacido de la relación que Abraham tuvo con ella, la esclava de su esposa Sara) por ese desierto… quien haya cruzado las candentes moles arenosas con el espíritu herido por el dolor de no pertenecer, sabe lo que esto significa.
Hasta ese momento el destino de esta mujer lo habían decidido otros sin tomarla en cuenta, fue puesta en una situación donde las posibilidades de encontrar la muerte eran muy altas. De pronto se vio allí peregrinando con su hijo, sin agua y sin pan, expuestos a cualquier cosa. Ella sabía que en esa travesía se podía perder la vida. Pero ¿resistiría ver apagarse la vida que ella había dado a luz? La vida de su hijo, un niño frágil que lloraba asustado, cansado, sediento y hambriento, a punto de morir.
En esa realidad de hostilidad y muerte, Agar tomó por primera vez en su vida una decisión: no iba a dejar que su hijo muriera sin cruzar las fronteras de la dubitación, del desierto de la incertidumbre. ¡Se resistió!
Fueron precisamente la incertidumbre, la aridez de la hostilidad, la soledad, la sed, el hambre y la desolación quienes le descubrieron el atajo escondido que la condujera al Dios con que tuviera un encuentro íntimo. Experiencia que culminó con una generosa promesa cumplida: “Haré tan numerosa tu descendencia, que no la podrás contar”. Le dijo el Señor a Agar. (Gn 16, 10).
Y efectivamente; la relación profunda entre Dios y una mujer migrante dio lugar a una numerosa descendencia. Una mujer “indocumentada” es el primer personaje bíblico en ver a Dios y atribuirle un nuevo nombre. Le llamó El-Roi-Dios: que significa “veo al que me ve” (Gn 16:13). A pesar de la vulnerabilidad de sus circunstancias por el contexto cultural y social que la había echado al desierto, no toleró el destino de muerte que los demás le habían impuesto a ella y a su hijo.
La experiencia con Dios le dio a esa mujer una determinación que la llevó a realizar acciones bien concretas para cuidar la vida de su hijo.
El-Roi-Dios-Amor encuentra caminos alternativos cuando la intolerancia intenta detener su flujo. Establece puntos de encuentro para la intimidad que rompen el tiempo, los muros, las fronteras, los espacios racionales, sociales y políticos. De allí que la gran capacidad de amar que tienen las mujeres que cruzan desiertos se agudice en las inhóspitas circunstancias de los días oscuros donde todo parece imposible. Fue en esas mismas circunstancias que Agar encontró agua en el desierto para su hijo y evitó que muriera, de la misma forma las mujeres inmigrantes desarrollan la habilidad de optimizar los recursos durante los duros días sin trabajo por las redadas, los arrestos y las deportaciones, para preservar la existencia, para continuar con la procreación. Siguen amando para que el amor siga retoñando y floreciendo contra corriente, siguen sembrando fe, confiando; siguen generando esperanza, sonriendo; saben cómo encontrar esos caminos alternativos, esos atajos o “shortcuts” escondidos que las llevan al amante encuentro con el Misterio de Dios para seguir engendrando y gestando vida, a pesar de todos los obstáculos que a “the huge evil mind“ se le puedan seguir ocurriendo…


domingo, 5 de mayo de 2019

- Éxodo: ¿Mar Rojo o Mar de cañas?


Muchas traducciones al inglés se refieren al mar que los israelitas cruzan en el Éxodo como el "Mar Rojo" (Red Sea). Los ingleses siguen la versión griega de la Biblia y la Vulgata latina, que dicen el "Mar Rojo". En hebreo, sin embargo, el cuerpo de agua se llama "Yam Suf" (ים סוף), que significa literalmente "Mar de cañas" (o Reed Sea).
La idea de que el llamado "Mar Rojo" era en realidad un "Mar de cañas" es conocida en la tradición judía. Así el rabino Rashi (1040-1105) afirma que el Mar no era la gran entrada del Océano Índico al que llamamos el "Mar Rojo", sino un "estanque" o "marisma" (אגם) lleno de "cañas" (קנים). La nota de Rashi se alinea con la antigua palabra egipcia sufi, que describe las marismas del Delta egipcio.
Desde una perspectiva geográfica, en lugar de cruzar el "Mar Rojo", es más que probable que los israelitas crucen por el Mar de cañas en el noreste de Egipto. 
Tenemos en cuenta que en el Delta del Rio Nilo, en ciertas partes de los humedales, en el antiguo Delta egipcio, los cuerpos de agua eran lo suficientemente grandes y profundos para que la gente se ahogara; pensemos en términos de lagos con muchas cañas, en un lugar de pantanos fangosos por los que se puede caminar.
La mitología egipcia contiene referencias a las marismas como "aguas caóticas" que son la base de la creación primordial: aguas profundas e indisciplinadas en el pensamiento egipcio. El Éxodo no impide que "Yam Suf" esté lleno de juncos y que sea lo suficientemente grande como para necesitar ayuda divina para poder cruzarlo.
Si bien los debates geográficos deben seguir siendo especulativos, hay una razón mucho más importante para traducir ים סוף como "Mar de Cañas". Cuando el bebé Moisés se escapó de Faraón, su madre lo puso en una canasta y lo colocó entre las cañas (סוף) por la orilla del Rio” (Éxodo 2: 3). La primera huída de Moisés del Faraón a través de las "cañas" anuncia la huida de Israel de Faraón a través de un mar de "cañas". La experiencia de Moisés entre las cañas en su infancia anticipa su último llamado a guiar al pueblo de Dios a la libertad.


- María Magdalena en el jardín de la Resurrección

María Magdalena es la mujer cuya presencia es más frecuente en el Nuevo Testamento. Ella era originaria de la ciudad de Magdala y fue una de las mujeres que seguían a Jesús y lo apoyaban con sus bienes. Ella sobre todo, fue una discípula destacada de su Maestro, cuya figura tuvo una significación especial en la Historia de la Salvación.
Su testimonio de la Resurrección de Jesús, visto desde una interpretación más profunda, hace referencia al pecado en el Jardín del Edén y a la manera en la que Jesús, con su Resurrección, vino a redimir a la humanidad de aquél pecado y a abrirnos las puertas de su misericordia, y, todo esto, empezando por los pecadores más necesitados, pues como Él mismo dijo: “No he venido a llamar a los justos sino por los pecadores” (Lucas 5:32).
Hay un paralelismo entre dos jardines: el Jardín del Edén, que era un lugar de una relación totalmente cercana y familiar con Dios (hasta el pecado de la desobediencia); y el Jardín de José de Arimatea quien era dueño del sepulcro en el que fue depositado el cuerpo de Jesús y en el cual Cristo resucitó al tercer día (Jn 19, 41).
Cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios, fueron expulsados del jardín del Edén, y Dios colocó a dos ángeles con espadas de fuego, para impedir el paso a este lugar (Gén 3, 24). Por el contrario, en la mañana de Pascua, había dos ángeles, no para impedir el paso a la Presencia de Dios, sino, para invitar a contemplar al Mesías resucitado, puesto que Jesús abrió nuevamente las puertas a esa relación de intimidad y familiaridad con Él.
Así como hay un paralelismo entre los dos jardines, también lo hay entre las dos mujeres. El pecado entró al mundo cuando la serpiente engañó a la primera mujer, Eva. Y en el segundo jardín, el domingo de la Resurrección, aparece la primera redimida a través de la muerte expiatoria de Jesús: María Magdalena.
Durante la Pascua judía es costumbre leer el Cantar de los Cantares, pues el pueblo de Israel ve ahí una alegoría de su relación con Dios. San Juan, muy probablemente quiso tener esto en consideración, al hacer alusión a esa usanza litúrgica para resaltar un punto especial del significado de la escena del encuentro de Jesús con María Magdalena, después de la Resurrección. En su relato, el encuentro de esta mujer con el Resucitado en el jardín de la Resurrección apunta a la nueva Alianza inaugurada por la resurrección de Cristo, que llegará a plenitud al final de los tiempos.
A ejemplo de la Bien Amada del Cantar de los Cantares, María Magdalena busca a Aquél a quien su corazón ama (Cant 3, 1-3), y lo hace durante el ministerio público de Él, a la hora de su pasión, muerte y resurrección. Ella estuvo al pie de la Cruz junto con María, la Madre de Jesús y luego, después de su muerte, invadida por el dolor, fue a primera hora de la mañana, con los óleos y aromas que quería utilizar para ungirlo. Al encontrarse con Él, en un primer momento no lo reconoce, pues la naturaleza humana sumergida en el pecado no puede por sí sola descubrir al Infinito, pero cuando Él la llama por su nombre, ella, en un impulso de alegría y amor, descubre a su Bien Amado. Y esto, a diferencia de lo sucedido en el Edén, cuando Dios llamó a Adán y Eva después de la caída, avergonzados, se escondieron y apartaron de Él.
¿Por qué hay tantos paralelismos entre estos dos jardines y entre los personajes que aparecen en ellos? Es porque el Espíritu Santo, quiere que sepamos que en el gran plan de la redención de Dios, Él anuló la maldición del Edén. La muerte y la resurrección de Jesús revirtieron los efectos de la caída original.
Así como el Génesis describe el dolor, la esclavitud del pecado y la alienación de la presencia de Dios, el Evangelio de Juan pone de manifiesto la sanación, la liberación y la restauración completa de la comunión con el Hijo de Dios: “Así como en Adán todos murieron, también en Cristo todos recibirán vida nueva” (1 Cor 15,22). En la Nueva Alianza, todos podemos acudir a beber, a grandes tragos, de la fuente de la misericordia.
Y, a ejemplo de María Magdalena, nuestro deseo de encontrarnos con nuestro Redentor nos llevará a buscarlo en todo lugar para que, madrugando, a ejemplo de ella en la mañana de la Resurrección, lo busquemos siempre a Él antes que cualquier cosa, confiando en que si en un primer momento no lo identificamos, el amor de nuestro corazón por una parte, y por otra, la iniciativa de Él, que siempre nos sale al encuentro en todo, nos lo revelará.
Si nosotros queremos encontrarnos con Jesús en la vida cotidiana, debemos, como ella, ir más allá de los signos sensibles, utilizándolos, como señales indicadoras de la presencia del Señor, aunque luego dando un paso más, desprendiéndonos incluso de estos signos para encontrarnos con la presencia que es su origen, y que es una persona que busca una relación de entrega total y desprendida de todo para ser exclusivamente para Él.



- Los años de la vida oculta de Jesús

Los años de la vida oculta de Jesús en Nazaret, y el silencio de los evangelistas, algo que resulta muy llamativo. Podían haber contado cosas interesantes de aquellos años: de Nazaret, con sus peculiares casas excavadas en la tierra; o de la capital de la región: Séforis, a sólo 5 km de distancia, atacada por los romanos cuando Jesús era niño, y cuya población terminó vendida como esclavos; o de la construcción de la nueva capital de la región, Tiberias, en la orilla del lago de Galilea, empresa que se terminó cuando Jesús tenía poco más de veinte años. Nada de esto se cuenta; dado que a los evangelistas no les interesa escribir la biografía de su protagonista.

Y referente al bautismo de Jesús en el Jordán: Es uno de los momentos en que más duro se hace el silencio. ¿Por qué Jesús decide ir al Jordán? ¿Cómo se enteró de lo que hacía y decía Juan Bautista? ¿Por qué le interesa tanto? Ningún evangelista lo dice.
   Lucas sigue muy de cerca al relato de Marcos, pero añade dos detalles de interés:
1) Jesús se bautiza, “en un bautismo general”; con ello sugiere la estrecha relación de Jesús con las demás personas;
 2) la venida del Espíritu tiene lugar “mientras oraba”, porque Lucas tiene especial interés en presentar a Jesús rezando en los momentos fundamentales de su vida, para que nos sirva de ejemplo a los cristianos.
Por lo demás, Lucas se atiene a los dos elementos esenciales: el Espíritu y la voz del cielo.
La venida del Espíritu tiene especial importancia, porque entre algunos rabinos existía la idea de que el Espíritu había dejado de comunicarse después de Esdras (siglo V a.C.). Ahora, al venir sobre Jesús, se inaugura una etapa nueva en la historia de las relaciones de Dios con la humanidad. Porque ese Espíritu que viene sobre Jesús es el mismo con el que él nos bautizará, según las palabras de Juan Bautista.
La voz del cielo. A un oyente judío, las palabras «Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto» le recuerdan dos textos con sentido muy distinto. El Sal 2,7: «Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy», e Isaías 42,1: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero». El primer texto habla del rey, que en el momento de su entronización recibía el título de hijo de Dios por su especial relación con él. El segundo se refiere a un personaje que salva al pueblo a través del sufrimiento y con enorme paciencia. Lucas quiere evocarnos las dos ideas: dignidad de Jesús y salvación a través del sufrimiento.


miércoles, 1 de mayo de 2019

- El discípulo amado vio y creyó


Vittorio Messori, en "Dicen que ha resucitado” ha sacado del olvido una obra del padre Antonio Persili, sacerdote italiano de Tívoli y gran conocedor del griego bíblico que estudió durante años los siguientes pasajes evangélicos: “Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó” (Jn 20, 4-8).
La pregunta que se hacía el P. Antonio Persili era: ¿qué es lo que había visto San Juan para que le llamara tanto la atención al punto de llegar a creer? ¿un simple par de lienzos? ¿Por qué no creyó, más bien, que se habían robado el cuerpo del Señor?
Con la finalidad de resumir su trabajo, lo presentamos en grandes trazos.

1)    Lienzos y ungüentos

El Cuerpo del Señor había sufrido una muerte violenta por lo que, según la ley judía, no podía ser limpiado antes de su sepultura. La unción y la preparación se haría entonces sobre sus heridas y costras que habían dejado sus tormentos. Para ello era necesario:
a). Treinta y dos kilos setecientos gramos de “aromas”: mezcla de mirra y áloe, traída por Nicodemo, con las que se aromatizaría no sólo el cuerpo, sino también las paredes del sepulcro, según la antigua usanza.
b). Un gran lienzo, doblado, desde los pies a la cabeza, dando la vuelta y volviendo por detrás hasta los pies: su tamaño es de 4,40 por 1,20 metros (esta es la Santa Síndone que se encuentra hoy en Turín).
c). Vendas: luego del lienzo doblado, se recubría al difunto con “cintas” o “vendas” (de la misma tela que el lienzo), alrededor del cuerpo como si fuera una momia. ¿Con qué finalidad? Pues para impedir la rápida evaporación de aromas y perfumes.
d). Dos pañuelos o lienzos: uno para la mandíbula y otro para cubrir su cabeza.
Pues bien: ¿Qué fue lo que vio San Juan?. El Evangelio narra que San Juan vio “las vendas y los paños” pero no el Cuerpo. Las vendas (othónia) estaban extendidas (keímena, en griego, como si dijésemos “yacientes”), es decir, “tumbadas, en posición horizontal”. Y entonces creyó… Ahora: ¿bastaba eso para creer? Pues creemos que no.
Vayamos entonces a las fuentes originales.

2)Los verbos utilizados

Las traducciones comunes del Evangelio atribuyen a San Juan casi la misma palabra para tres verbos distintos, cuando el mismo San Juan se encarga de colocar verbos distintos para cosas distintas. San Juan, al llegar a este pasaje, utiliza tres acciones: blépei, theórei y eíden…, que significan respectivamente: constatar con perplejidad, contemplar y “ver plenamente”, para así comprender y creer. Pero, ¿qué vio?
Antes que nada hay que recordar que el sudario exterior, ese pedazo de tela que se encontraba sobre la cabeza de Cristo (de unos 60 x 80 centímetros) no era el único, como decíamos. Había un segundo paño que iba desde el mentón hasta la cabeza (por eso San Juan especifica de qué sudario se trataba: “el sudario que cubrió su cabeza”) que se utilizaba para que la boca del difunto no se abriese, causando así la impresión de sus familiares durante el velatorio judío.
El lienzo al que se refiere San Juan fue el sudario o pañuelo que cubría el rostro y la cabeza del Señor Cristo. Éste, no estaba extendido como las cintas (en posición horizontal), sino ente y ligménon (que se ha traducido normalmente por “plegado”, que viene de entylísso que corresponde al verbo envolver) es decir, es decir, envuelto. El Evangelio narra que se encontraba chorís, que es un adverbio; que habitualmente es traducido como “aparte”, pero tiene un sentido doble: uno local y otro modal, por lo que perfectamente puede ser traducido como diferentemente” o “de diversa manera”.
Este último sentido tiene más lógica para el contexto y para comprender mejor lo que sucedió con la Santa Síndone. Por ello, cuando habitualmente en las traducciones se lee: “vio el lienzo, no como la síndone, sino en otro lugar…”
Debería leerse: “no como la síndone, “sino “diferentemente” o “de un modo diverso…”(chorís). Entonces, siguiendo la traducción de Persili, el sudario, “estaba envuelto en una posición única”, como desafiando la gravedad, como si fuese un envoltorio pero ¡sin lo que debía envolver! ¡Y es esto lo que llama la atención a San Pedro y a San Juan!

3) Y…: ¿Cómo pudo ser eso?

Según los científicos de la NASA que estudiaron la Santa Síndone de Turín, el fenómeno de la Resurrección se dio por medio de un gran golpe de calor, o bien por una gran radiación. Vuelta el alma al cuerpo de Cristo, el fenómeno de la radiación “quemó” la Síndone que cubría el cuerpo de Cristo y luego, desaparecido el Cuerpo (ya que era impasible) dejó las “huellas”.
La tela que lo había envuelto, mucho más pesada que el simple paño que se encontraba sobre su rostro, cayó por la propia acción de la ley de gravedad, lo mismo que las vendas que quedaron “extendidas”; sin embargo, el sudario (pañuelo) que se encontraba sobre su rostro, mucho más ligero y pequeño y, por así decirlo, “almidonado” por el desecado de los aromas líquidos, al recibir el golpe de calor de la Resurrección, quedó “por el contrario” (“chorís”) “envuelto”, en una “posición singular” o “única” (“eis”), como envolviendo algo que ya no estaba…Y es esto lo que llamó la atención de los apóstoles.
Llegamos entonces a la traducción final del texto joánico según el padre Persili, que podría ser así:
“Juan, inclinándose, advirtió que las cintas estaban extendidas, pero no entró. Llegó entretanto Simón Pedro que lo seguía y entró en el sepulcro y contempló las cintas extendidas y el sudario, que había estado sobre la cabeza, no extendido con las cintas, sino por el contrario, envuelto en una posición singular. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó” (Jn 20,4-8).