Los años de la vida
oculta de Jesús en Nazaret, y el silencio de los
evangelistas, algo que resulta muy llamativo. Podían haber contado cosas
interesantes de aquellos años: de Nazaret, con sus peculiares casas excavadas
en la tierra; o de la capital de la región: Séforis, a sólo 5 km de distancia,
atacada por los romanos cuando Jesús era niño, y cuya población terminó vendida
como esclavos; o de la construcción de
la nueva capital de la región, Tiberias, en la orilla del lago de Galilea,
empresa que se terminó cuando Jesús tenía poco más de veinte años. Nada de esto
se cuenta; dado que a los evangelistas no les interesa escribir la biografía de
su protagonista.
Y referente
al bautismo de Jesús en el Jordán: Es uno de los momentos en que más duro se hace el
silencio. ¿Por qué Jesús decide ir al Jordán? ¿Cómo se enteró de lo que hacía y
decía Juan Bautista? ¿Por qué le interesa tanto? Ningún evangelista lo dice.
Lucas sigue muy de cerca al relato de
Marcos, pero añade dos detalles de interés:
1) Jesús se bautiza,
“en un bautismo general”; con ello sugiere la estrecha relación de Jesús con
las demás personas;
2) la venida del Espíritu tiene lugar
“mientras oraba”, porque Lucas tiene especial interés en presentar a Jesús
rezando en los momentos fundamentales de su vida, para que nos sirva de ejemplo
a los cristianos.
Por lo demás, Lucas se
atiene a los dos elementos esenciales: el Espíritu y la voz del cielo.
La venida del Espíritu tiene especial
importancia, porque entre algunos rabinos existía la idea de que el Espíritu
había dejado de comunicarse después de Esdras (siglo V a.C.). Ahora, al venir
sobre Jesús, se inaugura una etapa nueva en la historia de las relaciones de
Dios con la humanidad. Porque ese Espíritu que viene sobre Jesús es el mismo
con el que él nos bautizará, según las palabras de Juan Bautista.
La voz del cielo. A un oyente judío,
las palabras «Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto» le recuerdan dos textos
con sentido muy distinto. El Sal 2,7: «Tú eres mi hijo, yo te he engendrado
hoy», e Isaías 42,1: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien
prefiero». El primer texto habla del rey, que en el momento de su entronización
recibía el título de hijo de Dios por su especial relación con él. El segundo
se refiere a un personaje que salva al pueblo a través del sufrimiento y con
enorme paciencia. Lucas quiere evocarnos las dos ideas: dignidad de Jesús y
salvación a través del sufrimiento.
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