martes, 20 de noviembre de 2018

- Tamar prostituta de Judá ??

Resulta sorprendente que el Señor Jesucristo, desde un punto de vista humano, descienda de Judá y de Tamar, quien se hizo pasar por una prostituta para tener un hijo de Judá: Y fue así como Tamar concibió un hijo (Fares, gemelo con Zara) en una relación incestuosa con su suegro Judá. Vemos en la genealogía de Jesús en el evangelio de Mateo 1, 2-3 y 15-16:"Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá y a sus hermanos; y Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara, y Fares engendró a Esrom, y Esrom a Aram…Matán engendró a Jacob. Y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús."
Cuando El Hijo se hizo hombre, vino a través de una línea de descendencia y de una generación caracterizada por el pecado, como veremos en este estudio sobre Tamar y Judá.
Por todo ello, el apóstol Pablo aclara en su segunda carta a los Corintios 5:21, que Cristo no conoció ni cometió pecado alguno. Pero, por causa nuestra, para salvarnos, Dios le trató como al pecado mismo y los pecados del mundo fueron puestos sobre El de tal forma que, a la vez, su justicia pudiera otorgarse a aquellos que confían en El.
¿Fue Tamar una santa o una pecadora (o ambas cosas)?
Tamar concibió un hijo (Fares, gemelo con Zara) en una relación incestuosa con su suegro Judá. Sin embargo, era un derecho que la viuda tenía en esa época, que consistía en que los hermanos de su esposo fallecido, debían dar descendencia a su hermano fallecido. Pero su esposo Judá no quiso darle a su hijo ultimo y menor para que le diera descendencia,
Judá, uno de los hijos de Jacob, participó en una conspiración para deshacerse de su medio hermano José vendiéndolo como esclavo. Dada la corta esperanza de vida de los esclavos egipcios (generalmente veinte años o menos), José había escapado de una trama mortal solo para ser víctima de una aparente muerte lenta y dolorosa en un país extranjero.
Más tarde, Judá engendró tres hijos, dos de los cuales murieron después de casarse con Tamar (en secuencia fatal: uno tras otro mueren). A pesar de la costumbre del matrimonio levirato que obligaba a Judá a tener a su tercer hijo con Tamar, también Judá año tras año se negó. Su amor por su hijo adolescente Selá superó su sentido de justicia hacia Tamar, que le pedia cumplir con la ley del levirato.
Esto continuó hasta que Tamar orquestó una trama notable. Fingiendo ser una prostituta,
Tamar sedujo a Judá. Su plan poco convencional pero valiente realmente funcionó. Ella se quedó embarazada, y la identidad del padre del niño también fue probada. En este punto, Judá se arrepintió, admitiendo su culpabilidad y declarando a Tamar más justa que él (Génesis 38: 1-27).
Desde cierta perspectiva, este evento aparentemente sórdido, representa uno de los mejores avances redentores en la historia del mundo.
El libro de Ruth celebra a Fares, el hijo de Tamar y de Judá, como una parte crucial del plan redentor de Dios, ya que sitúa a Péres como uno de los antepasados del rey David (Ruth 4: 11-17). Lo que es aún más importante es que los Evangelios incluyen a Fares entre los antepasados de Jesús, el Mesías; y el libro de La Revelación de San Juan (Apocalipsis) se refiere a Jesús como el León de la tribu de Judá!
 Las acciones inusuales de Tamar jugaron un papel importante en esta historia.

Esta es entonces la historia de Judá, cuya línea de descendencia sería la real entre las tribus de Israel. Después de la venta de José, descendió del Monte de Hebrón hasta las colinas del territorio filisteo. Desde el punto de vista de su relación con el pueblo del pacto, fue también un descenso espiritualmente hablando, porque entabló relaciones con un habitante de la ciudad de Adulan y se casó con la hija de un cananeo llamado Sua.

El cumplimiento de la heredad prometida, la tierra de Canaán, no debía hacerse realidad a través de una consecuencia natural debida a los matrimonios mixtos, como el realizado por Judá, sino que debía llegar como una provisión sobrenatural de Dios que incluía el juicio de los pueblos cananeos. De aquel matrimonio nacieron 3 hijos: Er, Onán y Sela. Er, el primogénito se casó, a su vez, con Tamar. Y esta es la primera aparición de Tamar, que de esta manera entraría en la genealogía de Jesús. Er, fue un hombre realmente perverso, descrito en la Biblia como "malvado delante del Señor". No sabemos con certeza cuál fue su culpa pero sí conocemos las consecuencias trágicas de su vida de pecado. 

Entonces Judá dijo a su nuera Tamar: Quédate viuda en casa de tu padre hasta que crezca mi hijo Sela; pues pensaba: “Temo que él muera también como sus hermanos”. Así que Tamar se fue y se quedó en casa de su padre." (Génesis 38, 8-11)

En aquella época era habitual que cuando un hombre moría, su hermano debía casarse con la viuda. Ese tipo de matrimonio estaba basado en la "ley del levirato" y se encuentra citado también en los códigos de los Hititas y Asirios. Para el pueblo de Israel, este matrimonio sería reglamentado más tarde por Moisés, como oportunamente veremos en el capítulo 25 del libro del Deuteronomio. El primogénito nacido de esta unión era considerado descendiente del difunto y, por lo tanto, destinatario de la herencia y transmisor de su nombre. Como vemos, Onán hizo los medios para impedir la concepción; evidentemente quería para sí la parte de la herencia del primogénito. Se nos dice que su despreciable conducta desagradó al Señor quien le castigó con la muerte, como había hecho con Er. Como Judá tenía otro hijo que estaba aun creciendo, le pidió a su nuera que respetase la costumbre de regresar a la casa de su padre, hasta que su hijo más joven estuviese preparado para el matrimonio.

Pero, transcurrido un tiempo, la mujer de Judá, murió. Leamos los versículos 12 al 14:

"Pasaron muchos días y murió la hija de Súa, mujer de Judá. Y pasado el duelo, Judá subió a los trasquiladores de sus ovejas en Timnat, él y su amigo Hira adulamita. Y se lo hicieron saber a Tamar, diciéndole: “He aquí, tu suegro sube a Timnat a trasquilar sus ovejas. Entonces ella se quitó sus ropas de viuda y se cubrió con un velo, se envolvió bien y se sentó a la entrada de Enaim que está en el camino de Timnat; porque veía que Sela había crecido, y ella aún no le había sido dada por mujer."

Mientras tanto Tamar, que había estado esperando en la casa de su padre todo ese tiempo, llegó a la conclusión de que Judá no le daría a Sela, su tercer hijo, por marido. Entonces decidió actuar por su cuenta y, sabiendo del viaje de Judá, se quitó sus ropas de viuda y se sentó al costado del camino principal cubierta con un velo, como era la costumbre de las prostitutas.

Veamos lo que sucedió entonces, leyendo los versículos 15 al 19:

"Cuando la vio Judá, pensó que era una ramera, pues se había cubierto el rostro. Y se desvió hacia ella junto al camino, y le dijo: Vamos, déjame estar contigo; pues no sabía que era su nuera. Y ella dijo: “¿Qué me darás por estar conmigo? El respondió: Yo te enviaré un cabrito de las cabras del rebaño. Y ella dijo: ¿Me darás una prenda hasta que lo envíes? Y él respondió: ¿Qué prenda tengo que darte? Y ella dijo: Tu sello, tu cordón y el báculo que tienes en la mano. Y él se los dio y se llegó a ella, y ella concibió de él. Entonces ella se levantó y se fue; se quitó el velo y se puso sus ropas de viuda."

Tenemos en este punto una imagen bastante precisa sobre qué tipo de persona era Judá. Se había apoderado de aquella mujer Cananea, hija de Sua, y ahora iba a hacer lo mismo con Tamar. Realmente, fue una historia muy triste y abyecta: Judá debió pensar que Tamar era una prostituta del templo, porque en relación a ella se utiliza aquí el término "quedesha," que se refiere a una de las prostitutas del templo pagano; lo que nos dice algo sobre las creencias de los cananeos, ya que en su culto de la fertilidad, tanto hombres como mujeres podían cometer actos inmorales que eran considerados sacros. Por su parte, ella vio la ocasión de obtener con engaño lo que le pertenecía y actuó en consecuencia. Con respecto a la prenda, el sello era un anillo u objeto cilíndrico con el nombre del propietario grabado, con un cordón para colgarlo del cuello. Igual que el báculo, servía para convalidar acuerdos y transacciones.

Leamos los versículos 20 al 24:

"Cuando Judá envió el cabrito por medio de su amigo el adulamita, para recobrar la prenda de mano de la mujer, no la halló. Y preguntó a los hombres del lugar, diciendo: ¿Dónde está la ramera que estaba en Enaim, junto al camino? Y ellos dijeron: Aquí no ha habido ninguna ramera. Y él volvió donde Judá, y le dijo: No la encontré; y además, los hombres del lugar dijeron: Aquí no ha habido ninguna ramera. Entonces Judá dijo: Que se quede con las prendas, para que no seamos causa de burla. Ya ves que envié este cabrito, y tú no la has encontrado. Y sucedió que como a los tres meses, informaron a Judá, diciendo: Tu nuera Tamar ha fornicado, y he aquí, ha quedado encinta a causa de las fornicaciones. Entonces Judá dijo: Sacadla y que sea quemada."

Aquí vemos que Judá utilizó el viejo sistema de dos varas de medir: la doble moral, que Dios no aprueba. El hecho que la Biblia registre estos incidentes, no implica que Dios los apruebe. Su pueblo se estaba comportando exactamente igual que los cananeos y ésa es la razón por la que él les quitaría de esas tierras y les conduciría a Egipto, como ya hemos dicho, para aislarlos en la región de Gosén, y así alejarles de influencias tan nefastas. Este episodio revela que Dios realmente necesitaba actuar así. La verdad es que Judá fue muy rápido para ver el pecado en los demás, pero no pudo verlo en sí mismo.

Judá formaba parte de la familia del pacto, del pueblo de Dios. Y se rebajó al nivel moral de los cananeos. Evidentemente, los resultados fueron desastrosos.
Leamos los últimos versículos; del 27 al 30:
"Y sucedió que al tiempo de dar a luz, he aquí, había mellizos en su seno. Aconteció, además, que mientras daba a luz, uno de ellos sacó su mano, y la partera la tomó y le ató un hilo escarlata a la mano, diciendo: Este salió primero. Pero he aquí, sucedió que cuando él retiró su mano, su hermano salió. Entonces ella dijo: ¡Qué brecha te has abierto! Por eso le pusieron por nombre Fares. Después salió su hermano que tenía el hilo escarlata en la mano; y le pusieron por nombre Zara."
Ahora vayamos al Nuevo Testamento. En el capítulo 1 del Evangelio de Mateo, encontramos la genealogía de Jesucristo; leamos los versículos 2 y 3:
"Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá y a sus hermanos; y Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara, y Fares engendró a Esrom, y Esrom a Aram."
Después, a medida que recorremos la genealogía, llegamos al versículo 16:
"Y Jacob engendró a José, el marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo. "

La culpa de Judá era doble. Su pecado era ya terrible en sí mismo. Pero además, lo había cometido con su propia nuera. Esto nos explica algo del modo de vida de los cananeos. Y nos aclara que la libertad sexual total no es una cuestión muy moderna que digamos porque los antiguos paganos la han practicado durante siglos, lo cual explica también por qué duraron tan poco en la escena de la historia. Los cananeos desaparecieron porque Dios les juzgó. Y si nos preguntamos por qué este capítulo fue incluido en la Biblia, aquí tenemos el motivo. Se trata de una advertencia y de informarnos de que Dios no aprueba la trasgresión de sus leyes, no acepta el pecado.

Leamos ahora los versículos 25 y 26:

"Y aconteció que cuando la sacaban, ella envió a decir a su suegro: “Del hombre a quien pertenecen estas cosas estoy encinta. Y añadió: Te ruego que examines y veas de quién es este sello, este cordón y este báculo. Judá los reconoció, y dijo: Ella es más justa que yo, por cuanto yo no la di por mujer a mi hijo Sela. Y no volvió a tener más relaciones con ella."

Tamar fue traída ante su suegro, que estaba dispuesto a que la quemaran. Y ya hemos leído como ella le convenció de que él era el padre del niño.

Resulta sorprendente que el Señor Jesucristo, desde un punto de vista humano, descienda de Judá y de Tamar. Cuando El se hizo hombre, vino a través de una línea de descendencia y de una generación caracterizada por el pecado.
Por todo ello, el apóstol Pablo aclara en su segunda carta a los Corintios 5:21, que Cristo no conoció ni cometió pecado alguno. Pero, por causa nuestra, para salvarnos, Dios le trató como al pecado mismo y los pecados del mundo fueron puestos sobre El de tal forma que, a la vez, su justicia pudiera otorgarse a aquellos que confían en El. Y ese regalo de su justicia, se recibe solamente por medio de la fe.


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