sábado, 5 de diciembre de 2020

- María embarazada: milagro y misterio

A la Virgen María se le confió una enorme tarea a una edad realmente temprana. Las narraciones bíblicas no dicen la edad exacta de la Virgen María cuando el ángel Gabriel le pidió que fuera la madre del Salvador del mundo. Sin embargo, las tradiciones judías de aquel momento dan una idea y proporcionan un rango de edad aproximado. “las doncellas judías se consideraban casaderas a la edad de doce años y seis meses, aunque la edad real de la novia variaba según las circunstancias. “El matrimonio estaba precedido por el compromiso, después del cual la novia pertenecía legalmente al novio, aunque ella no viviera con él hasta aproximadamente un año después, cuando el matrimonio solía celebrarse“.

Esto está de acuerdo con otras fuentes históricas y esa fue incluso la práctica en Tierra Santa hasta principios del siglo XX. Un historiador bíblico señala: “Algunas costumbres de la tierra de la Bíblia continuaron a través de los siglos, y después de su viaje a Oriente Medio alrededor de 1910, Alma White comentó sobre la edad del matrimonio: “Una niña suele estar casada en su duodécimo o decimotercer año. , y algunas veces tan pronto como en su décimo año“.

La esperanza de vida corta era uno de los factores motivadores que había detrás de esta temprana edad, ya que la expectativa de vida promedio para la mayoría de las personas en el mundo antiguo era entre 30 y 40 años. Además, la edad más temprana con la que una mujer puede concebir y tener un hijo es generalmente entre los 12 y los 14 años. Cuando se ve en este contexto, la Anunciación es un evento aún más notable: una joven adolescente dijo “Sí” a tener al Mesías en su vientre. Era solo un poco mayor que una niña y a ella se le encomendó la tarea de criar a Jesús, el Hijo de Dios. Es algo impresionante, una realidad que puede crear un mayor amor y admiración a la Virgen María.


A modo de “diario” o reflexión de María en su embarazo de Jesús…
Pero entre todos los de la historia, los nueve meses que tuve a mi Niño en mi seno fueron singulares. 

Porque todas las demás mamás saben o imaginan, de un modo u otro, cómo será su niño. Si parecido al papá o a ellas, si a la familia paterna o materna.

Pero mi Niño… fue concebido de manera especial. Mi Niño se formó en mi seno porque el Poder del Altísimo me cubrió con su sombra.

Esos meses fueron maravillosos y tremendos al mismo tiempo. 

Maravillosos, porque sentía la Vida palpitar en mi interior. 

Porque sentía que, en realidad, no sólo yo y José esperábamos: era toda la humanidad, más aún, todo el cosmos, los que estaban esperando su nacimiento.

Y sentía a cada paso a mi lado el anhelo de Abraham que deseaba ver cumplida la promesa, y la mirada de Moisés, que había hablado cara a cara con Dios… 

Y sentía muy cerca a David, anhelando ver realizada la esperanza de un reinado eterno de un descendiente suyo… e imaginaba y casi podía escuchar a Isaías, hablando de él, y diciéndome al oído: “…será llamado Príncipe de la paz… el Espíritu del Señor reposará sobre Él… será el Emmanuel”

Pero a la vez fue tremendo. Tremendo porque alrededor todo parecía igual. Porque el mundo y los hombres seguían en sus cosas, encarcelados en el estrecho límite de sus ocupaciones cotidianas, intentando llenar su anhelo de infinito con migajas… 
Y seguían ofendiendo a Dios, a ese Dios que había elegido el camino menos esperado para redimirlos.

Desde Niña había aprendido a rezar con las oraciones de mi pueblo, a veces con los ojos puestos en el Cielo, otras veces con ellos cerrados.

En esos meses, para rezar, miraba hacia adentro… y tocaba, ¡sí!, tocaba al Santo de Israel, y lo acariciaba presente en mi interior. Y le decía muchas veces a mi Niño: “…mi alma tiene sed de contemplar tu Rostro…”

Así transcurrieron los días, las semanas y los meses. Afuera pasaban cosas, se sucedían los problemas… José sufrió pero fue fiel, y aceptó… En Roma, el emperador tuvo la idea de convocar el censo; en mi patria, muchos se rebelaron. Nosotros, simplemente, obedecimos, porque sabíamos que algo tenía Dios preparado.

Pero para mí, la verdadera Realidad estaba en mi interior, estaba por Nacer. 

Intuía que con su Nacimiento, Dios comenzaría a cumplir su promesa: “aparecerán Cielos nuevos y tierra nueva». En ellos comencé a vivir desde entonces.

El Niño en mi seno es el mayor milagro y misterio de la historia. Por eso, mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador… Alégrense ustedes los que han sido llamados a salir a su encuentro.”

Oración de una futura madre embarazada:

Señor mío por medio de la fecundidad me concedes la gracia de colaborar contigo en el misterio sagrado de esta nueva vida sagrada que se crea en mi seno. Aquí estoy para agradecerte y para implorar. Un día quisiste que Tu Hijo, Jesús, se hiciera hombre en la carne y en la sangre de María,
Virgen Purísima. Por este acontecimiento santo, yo te ruego: Protégeme en este embarazo, para que mi hijo nazca perfecto y sano, que sea también tu hijo por las aguas del bautismo y crezca bendito y feliz. ¡Yo lo consagro desde ahora a Ti a la lVirgen María! Yo acepto generosamente las incomodidades y sufrimientos de esta espera y del momento en que mi hijo venga a la luz.

Te pido apenas que me conformes y que me des fuerzas para que yo tenga vida y salud para cuidar a esta criatura en todo lo que ella vaya a necesitar de mí.
Santa Madre de Dios, alcanza de Jesús, tu hijo. Lo que pido ahora por la vida que traigo en mi seno. Amén.



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