La aldea de Beit-Sahur, que se alza en medio de los campos de Booz citados en el libro de Ruth (Rut 3,5), se ha identificado tradicionalmente con el Campo de los pastores, es decir, el lugar donde los ángeles anunciaron el nacimiento de Jesús a los pastores.
La moderna ciudad de Beit-Sahur se encuentra al sureste de
Belén, a 600 m sobre el nivel del mar, y tiene unos 14.000 habitantes.
Hoy, Belén y Beit-Sahur se tocan, de forma que una parece continuación de
la otra. El casco urbano se ha extendido hasta ocupar los prados que
rodeaban la vieja localidad.
Dios envió unos ángeles para que les dieran la gran noticia,
la noticia más importante que ha habido y que habrá: “Había en la misma comarca unos pastores… Se
les presentó el ángel del Señor, la gloria del Señor los envolvió en su
luz y se llenaron de temor. El ángel les dijo: – No teman, pues les anuncio una
gran alegría, que lo será para todo el pueblo: les ha nacido hoy, en la ciudad
de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto les servirá de señal:
encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Y de
pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial que alababa a
Dios diciendo: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los
hombres en quienes él se complace” (Lucas 2, 8-14).
Sorprendidos
y muy alegres, los pastores reunieron sus rebaños, recogieron sus ropas ysus
provisiones, apagaron el fuego que habían encendido para calentarse, y, sin
pensarlo mucho, salieron juntos a buscar lo que el ángel les había dicho. Nunca
antes habían escuchado nada igual, y su corazón saltaba lleno de felicidad, una
felicidad que nunca habían sentido.
No
tardaron mucho en encontrar lo que buscaban. El lugar no estaba lejos de donde
habían acampado: era una gruta que en las noches de lluvia y de nieve, les
servía de refugio a ellos y a sus rebaños. María y a José estaban en silencio,
contemplando a Jesús que dormía plácidamente, acostado entre pajas; un buey y
una burra le daban calor con su aliento.
Entraron
con cuidado para no despertar al niño, y contaron a sus padres lo que el Ángel
de Dios les había comunicado; María y José los escuchaban en silencio; en su
corazón sonaban campanas de gozo, que se reflejaban en sus ojos claros y
limpios.
Y el Evangelio termina: “Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho” (Lucas 2, 20). “María – y sin duda también José –, por su parte, guardaba todas estas cosas en su corazón” (Lucas 2, 19).
Como
parte del ciclo de la Natividad, se sitúa inmediatamente después del nacimiento de
Jesús.Tras recibir el mensaje angélico de que el Mesías ha nacido,
los pastores acuden a su lugar del nacimiento, típicamente descrito como un
pesebre, cobertizo o portal de
Belén. Se basa en el relato del Evangelio de Lucas.
“Sucedió que cuando los ángeles
se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos,
pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha
manifestado. Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al
niño acostado en el pesebre. Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había
dicho acerca del niño. Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los
pastores les decían. Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su
corazón. Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las
cosas que habían oído y visto, como se les había dicho. (Lucas, 2:15-20).
Las primeras personas que supieron que en Belén había nacido
Jesús, fueron unos pastores que se encontraban en el campo, cuidando sus
rebaños de ovejas y de cabras.
Belén se llamaba antes
Efrata, la fértil, y Bethlehem, casa de pan, por sus cereales. La pequeña
ciudad es un oasis en aquella región desértica.
Estos pastores no eran
de Belén, sino trashumantes, ya que los ganados de las gentes de los pueblos
los volvían a la noche a sus establos 13 , mientras que los de los trashumantes
suelen estar allí hasta las primeras lluvias, que pueden venir de mediados de
noviembre a mediados de enero. La temperatura puede ser suave. El 26 de
diciembre de 1912 había, a la sombra, 26°.
Los pastores no gozaban
de buena fama, pues se los tenía por "ladrones" . Un fariseo temería
comprarles lana o leche por temor a que proviniesen del robo. Pero, si éste era
el concepto, real o ficticio, debía de haber también entre ellos almas
sencillas, como las de estos pastores.
Inesperadamente, se les
apareció "un ángel del Señor."
Al mismo tiempo, el
evangelista dice que "la gloria del Señor" los rodeó
iluminándolos". Es una teofanía. Alude a la presencia de Dios en el
tabernáculo, sensibilizada en forma de una nube (Ex 16,10-20; Núm 14,10) o de
fuego (Ex 24,17). Por eso aparece aquí, en la noche, luminosa (Mt 17,5). Al
rodearlos de su luz, es por lo que "temieron grandemente." Era el temor
ante la presencia de Dios, que así acreditaba al ángel y su anuncio: el
hallarse encarnado en Belén.
El anuncio del ángel es
el Evangelio: la Buena Nueva. Es la palabra que se usa por los traductores de
la Biblia al griego, la Buena Nueva mesiánica. Les anuncia a ellos esta nueva, pero "es
para todo el pueblo." El "pueblo" que aquí se considera es
directamente Israel. Es el vocabulario del Antiguo Testamento, y el pueblo a quien se había
prometido que en él nacería el Mesías.
"Hoy os ha nacido en la ciudad de David," Belén, donde según Miqueas (5,2), había de nacer el Mesías, un niño, que lo va a describir con los siguientes rasgos; es: "Un Salvador". Aunque va sin artículo, está referido a Cristo. Es el Salvador, pues, por antonomasia. Es la traducción conceptual griega de Jesús: "Yahvé salva." Este título sólo es usado por Lucas para aplicarlo a Cristo.
Salvador/salvación es uno de los temas principales de Lucas. Pero ya dentro del
judaísmo, en la literatura mesiánica, es título que se reserva a Dios. En los
Hechos de los Apóstoles tiene también sentido divino (3:15). San Pablo también
lo usa en este sentido (Ef 5,23; Flp 3,20), como se ve en los contextos.
Después que Lucas relata la anunciación, en la que dice que el Mesías se llamará
Jesús — Salvador — y expresando en aquel pasaje su divinidad (v.35b; cf. v.17),
esta expresión está evocando también la divinidad.
Y para precisar bien
quién sea, se lo identifica: Es el "Cristo", es decir, el
"Ungido," el Mesías. Y este Cristo es "el Señor". En la
época helenística se ponía este nombre delante de los emperadores divinizados.
San Pablo lo usa frecuentemente como expresión de la divinidad de Cristo. Era
la palabra con que en el A.T. se traducía el nombre de Yahvé. Su aplicación
ahora a Cristo por el procedimiento de "traslación" hace ver su
divinidad. San Pablo, en Filipenses, después de decir que Cristo es Dios, lo
proclama, en síntesis (2,11). Es la expresión con la que la primitiva comunidad
cristiana profesaba la divinidad de Cristo. San Pedro, después de decir de El
que está sentado en los cielos a "la diestra de Dios," dice que Dios
lo hizo "Señor y Cristo" (Act 2,34-36).
Los pastores
comprendieron que el Mesías había llegado. "Los pobres son
evangelizados." Y se les dio una "señal" para encontrarlo. Era
necesidad, pero era garantía. Es la descripción que antes hizo: un niño fajado
y reclinado en un pesebre. El
"signo " es
frecuentemente usado en la Biblia. El "signo" no es para que
encuentren al Niño, sino
para garantía de la comunicación sobrenatural (Ex 3,12).
Posiblemente hubo otras indicaciones para señalarles el lugar donde se hallaba.
Pero ya esto era suficiente. El Mesías no había nacido en un palacio, ni con el
esplendor humano y pompa esperados. Y el hecho de estar reclinado en un
"pesebre" les indicaba que no había que buscarlo entre gentes de
Belén, ya que allí habría nacido en su casa. Acaso supieron de esta familia
llegada hacía poco, y ella con los signos de la maternidad, a la que acaso
habían visto y sabían que se guardaban en una gruta; allí podían encaminarse.
Terminado el anuncio
del ángel, se juntó con él, allí en el campo de los pastores, "una
multitud del ejército celestial," es decir, de ángeles. Ya en el libro
de Daniel (7,10) se habla de una multitud casi infinita de ellos, lo mismo que aparecen en la Escritura
"alabando a Dios" (Sal 148,2; Job 38,7). Todo
este coro entona allí una alabanza a Dios, diciendo: "Gloria a Dios en las
alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad." El sentido
del cántico es la
glorificación que tiene Dios, que se lo supone viviendo en el cielo, al comenzar la obra redentora, con el
Mesías en la tierra, y por lo cual se sigue la
"paz," que para el judío es la suma de todos los bienes, y aquí es la
suma de todos los bienes mesiánicos, que se van a dispensar a los hombres de
"buena voluntad." para aquellos que van a tomar partido por Cristo
cuando aparezca en su vida pública, como
"señal de contradicción."
Los pastores fueron con
presteza. A media hora de camino estaba Belén. El "signo" se cumple
al encontrar lo que los ángeles les anunciaron. Los pastores, aquellos días
fuertemente impresionados, lo divulgaron, y la gente se "maravilló."
Lucas destaca la
firmeza de "todas estas cosas" en el corazón de María, meditándolas, "confrontándolas,"
"comparándolas," Era
María que observaba, admirada, el modo como Dios iba preparando y realizando la
obra de su Hijo, el Mesías.
Al nacimiento de Jesús fueron invitados unos pastores, gente
sencilla y buena. No fueron invitados los
cortesanos de Herodes, ni los fariseos,
ni los miembros del Sanedrín. No fueron
los grandes de este mundo, sino los
pastores. Por humildes y sencillos,
por ser dóciles al mensaje Divino.
En la actualidad, existen dos lugares
identificados como tal: el latino, al norte del centro histórico, y el griego,
al sureste. Ambos lugares, a 500 metros uno de otro, surgen sobre los
restos de complejos monásticos bizantinos, que a su vez integraban
asentamientos anteriores. Ya San Jerónimo (que murió en Belén hacia el 419)
daba indicaciones sobre el lugar en el que habrían velado los pastores
llamándolo Migdal Eder, torre del rebaño.
En esa zona se encuentran las cuevas, huecos en la piedra
caliza, que fueron utilizadas como viviendas en el período romano-herodiano.
Probablemente fue un pequeño pueblo agrícola, porque se han encontrado también restos de antiguos molinos y otras huellas de la vida desde el mismo período. Las excavaciones practicadas parcialmente en 1859 por C. Guarmani, y reanudadas metódicamente en los años 1951-2 por el padre franciscano. V. Corbo, de la Custodia de Tierra Santa, dieron a la luz una gran instalación agrícola monástica, con numerosas prensas, piletas, silo y grutas. El lugar, habitado ya en la época herodiana, tuvo gran desarrollo en los siglos V-VII. Una primera iglesia del s. V. fue ampliada notablemente en el s. VI, y en el ábside se usaron piedras que provenían de la construcción de la Basílica del Nacimiento.
Los altares y algunas inscripciones de mosaicos, confirman el
carácter sagrado del lugar. Cerca de las ruinas del monasterio se
construyó en 1953 el santuario del Gloria
in excelsis Deo, con planos del arquitecto A. Barluzzi. En la parte
exterior del muro, en forma de decágono, de piedra gris-rosada, hay cinco muros
apoyados, en un plano inclinado que dan la apariencia de una tienda de nómadas.
Internamente 10 pilastras sostienen una bóveda, con ventanas redondas, y encima
de ella la cúpula. Las palabras del Angel a los pastores, están reproducidas en
mosaico de oro, alrededor de la bóveda de la cúpula. Los franciscanos han limpiado y convertido esas
grutas en capillitas muy características.
Hoy siguen siendo invitados los humildes, los que aceptan a Dios y sus mandamientos, los sencillos, los pobres de espíritu. Jesús es el patrón de los desamparados, de los sin techo, de los emigrantes, de todos los miserables, enfermos, hambrientos…
Para el Creador del mundo un establo de animales. No había lugar para Él en ninguna casa de Belén. Para enseñarnos que las cosas materiales no son la felicidad del hombre sino las celestiales. ¡Qué contraste tan brutal con ese afán nuestro de poseer más y más cosas! Nunca estamos satisfechos con lo que tenemos. “He encontrado a Cristo y por tanto la alegría de vivir”…