viernes, 24 de julio de 2020

- La Biblia y los judeocristianos

“Sal de tu tierra”. Estudios sobre el extranjero en el Antiguo Testamento
El profesor Antonio Piñero (*) nos ofrece este interesante análisis del libro señalado en el título:
El estudio del Antiguo Testamento, tampoco tendría que ponderar nada, porque es claro y rotundo que el canon de libros sagrados del cristianismo primitivo tuvo enseguida dos partes: una estrictamente judía y otra judeocristiana. Desde el punto de vista cristiano y judío, utilizamos el vocablo “testamento” en el sentido de “alianza de Dios con su pueblo”. Para los judíos, la alianza divina era con su pueblo elegido, Israel; para los cristianos, con “su pueblo”, la humanidad entera. Algunas observaciones más al respecto:
El cristianismo primitivo no tenía más “Biblia” que la de Jesús, la Biblia hebrea, y tardó casi dos siglos en establecer –y de manera oficiosa, nunca oficial (en el catolicismo hasta el concilio de Trento; sí no es un error, en torno al 1560; en el protestantismo, desde la Reforma y en la práctica)– un elenco de libros sagrados propios, que se denominó con el tiempo “Nueva Alianza” = “Nuevo Testamento”.
El joven cristianismo, en realidad un judeocristianismo, nunca estuvo sin una Sagrada Escritura. El nuevo grupo religioso era en sus primeros momentos una mera rama del judaísmo que simplemente aceptaba como mesías a una persona concreta, y sostenía que había resucitado y que vendría pronto a la tierra a cumplir la misión truncada por su muerte. Pero apenas cuestionaba nada más de la teología judía. Por ello aceptó como algo obvio el conjunto de libros que hoy llamamos “Antiguo Testamento” como escritura sagrada. Los judeocristianos más antiguos, que creían en Jesús como el mesías, acabaron sintiéndose el verdadero Israel, el que de verdad comprendía esas Escrituras que profetizan al mesías. Esas Escrituras eran suyas, pues anunciaban lo que había ocurrido con Jesús.
Los cristianos no se interesaron por el Antiguo Testamento como objeto de estudio en sí, es decir, no se preocuparon de investigar cuál era el sentido histórico de los diversos libros, o secciones de ellos, sino que consideran fundamentalmente a este corpus, como un testimonio de la mesianidad de Jesús, como indiqué. Veían al Antiguo Testamento como una confirmación de la verdad de la figura y misión del Nazoreo siguiendo el esquema de “promesa” (Antiguo Testamento) – “cumplimiento” (vida y hechos de Jesús).
Normalmente, el texto citado del Antiguo Testamento por el cristianismo primitivo no es el hebreo (que más tarde sería considerado intocable por los judíos), sino casi siempre la traducción griega de los “Setenta” (el texto hebreo comenzó a verterse al griego hacia el 270 a. C. y tardó casi dos siglos en concluirse). Tanto el canon (o lista) como el texto del Antiguo Testamento no eran fijos en los primeros tiempos del cristianismo naciente; los primeros cristianos manejan ese texto con libertad –quitan, añaden, cambian—, de modo que podemos decir que había una cierta fluidez en su uso, es decir, el tenor estrictamente literal no era aún sacrosanto. Se buscaba el sentido del texto sagrado, pero la letra de él podía acomodarse a las circunstancias, por ejemplo, de una discusión teológica.
El cristianismo primitivo no se hizo problemas expresamente sobre la extensión del canon veterotestamentario, es decir el número exacto de libros que componían esa lista. Solamente cuando el Nuevo Testamento estaba ya formado en la práctica –poco después del 200 aproximadamente—, empezamos a encontrar algunas consideraciones sobre el valor del Antiguo Testamento. Los cristianos no aceptaron sin más la decisión de los judíos sobre su Biblia (el número de libros que contenía), sino que siguieron otra tradición (¿la del judaísmo de lengua griega, sobre todo alejandrino?) y consideraron canónicos a algunos libros de la traducción al griego de los LXX rechazados como espurios por el judaísmo oficial. Así, Tobías, Judit, 1 y 2 Macabeos, Ecle­siás­tico, Sabiduría, situación que dura hasta hoy entre los católicos.
Sin embargo, cuando consideramos el libro de Verbo Divino que comentamos, hay que decir que todos sus autores no están estudiando (y presentando los resultados de su estudio) el texto griego, sino el hebreo. Prácticamente todos conocen bien el hebreo bíblico, por lo que los estudios presentados en este libro se basan en ese texto.
 “El pueblo de Israel inició su andadura sabiéndose «el otro» en Egipto, y que la traumática experiencia del exilio en Babilonia fue crucial en la configuración de su identidad”.
“Las aportaciones recogidas en este volumen ofrecen un recorrido sugerente por el Antiguo Testamento, desde el Pentateuco a la literatura sapiencial pasando por los profetas, Rut, Daniel y Tobías. Una aproximación necesariamente plural, puesto que las circunstancias históricas de cada época conformaron diferentes sensibilidades hacia el extranjero”.
Y como la consideración de la pluralidad de enfoques está justamente de moda en nuestros días al abordar cualquier cuestión, el que el libro sea una obra de estrecha colaboración entre profesionales enriquece mucho al lector, porque sus miradas son plurales. Personalmente, aunque haya dedicado mi vida más al estudio del Nuevo Testamento, y me considere en verdad poco competente en el Antiguo, debo aquí confesar que mi respuesta a la típica pregunta: “¿Qué único libro se llevaría –si solo le permitieran llevarse uno– si Usted estuviera confinado en una isla desierta?”, siempre he respondido: La Biblia.
Como dicen los rabinos: “Setenta caras tiene la ‘Ley’ (de Moisés, sinónimo aquí de Biblia)… y cada uno puede encontrar en ella lo que desea”.
Afirma la editora literaria la Dra. Seijas que este volumen puede contribuir a desarrollar una mayor sensibilidad hacia los extranjeros y, en consecuencia, a participar en la conformación de una sociedad más justa, solidaria e inclusiva en la que todos los seres humanos tengan cabida y puedan llevar una vida digna.

(*) Antonio Piñero ha sido profesor de Filología Bíblica en la Universidad Complutense de Madrid, donde ha realizado una inmensa función magisterial, al servicio del texto bíblico y de su contexto cultural. Ha editado, solo o en colaboración, algunos de los textos más significativos del entorno bíblico (Apócrifos del AT, Apócrifos del NT, Biblioteca de Nag Hammadi, Evangelios canónicos y apócrifos...). Ver su web https://www.antoniopinero.com/inicio.html  

**Ficha bibliográfica: “Sal de tu tierra”. Estudios sobre el extranjero en el Antiguo Testamento. Editorial Verbo Divino (Estella; Navarra; España); junio 2020; ISBN 978-84-9073-585-5; 16x24; 237 pp. Número 76 de los libros publicados bajo los auspicios de “Asociación bíblica española”.


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