sábado, 25 de diciembre de 2021

- Nace Jesús en Belén, Maria nos explica

      Belén hoy: La Gruta del Nacimiento,el lugar donde María dio a luz al que es La Luz


-Cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, a fin de que seamos hijos adoptivos de Dios. (San Pablo a los Gálatas 4,4-5).



-El nacimiento de Jesús, el Cristo, fue así: Su madre, María, estaba comprometida para casarse con José, pero, antes de unirse a él, resultó que estaba encinta por obra del Espíritu Santo. (Mateo 1, 18)



-Y también José, que era descendiente del rey David, subió de Nazaret, ciudad de Galilea, a Judea. Fue a Belén, la Ciudad de David, para inscribirse junto con María su esposa. Ella se encontraba encinta y, mientras estaban allí, se le cumplió el tiempo. Así que dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada. (Lucas 2,4-7)



-Pero el ángel les dijo a los pastores: «No tengan miedo. Miren que les traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo. Hoy les ha nacido en la Ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto les servirá de señal: Encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».(Lucas 2, 10-12).

            Belén hoy; La Basilica de la Natividad y la Plaza del Pesebre



-Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. (Juan 1,14)

                         Belén hoy: Vista de la ciudad de Belén, la ciudad de David 



María, la Santa Madre de Jesús, nos escribe por Navidad:

He mirado a muchos de vuestros Belenes, y al verlos he pensado en el verdadero Belén, aquel donde yo di a luz a mi Jesús.
En vuestros belenes hay figuras bonitas…todo está muy limpio…
Si hubierais conocido mi Belén, sí, el Belén de Judá…

Primero os diré que el camino de Nazaret a Belén me pareció muy largo y a la vez muy corto.
Largo, porque mis condiciones de maternidad lo hacían cada vez más difícil y pesado.
Yo veía al pobre José preocupado por mí, aunque cada vez que nos mirábamos el uno al otro nuestras sonrisas se unían en el mismo abrazo de la fe.
Largo, porque mi corazón ansiaba contemplar entre mis brazos al Hijo de Dios, al Mesías que mi Pueblo había esperado durante siglos.
No veía la hora de llegar a Belén y estrenar mi maternidad humano-divina.
Pero a la vez me pareció corto. Muy corto.

Mi ensimismamiento en el misterio que encerraban mis entrañas, me hacía sentir la felicidad del mismo Dios ansioso de decir su verdadera Palabra de amor a los hombres.
Mis pies y mi corazón caminaban como sobre una alfombra de fe, de esperanza y de un profundo amor y profunda admiración y asombro.
Cuando llegamos a Belén me sentía como perdida en medio de la gente. Belén era mucho más grande que nuestro querido Nazaret.

Además, la gente me parecía tan extraña y a la vez tan conocida… Os confieso que no reconocía a casi nadie, y sin embargo, todos me parecían tan cercanos…
Incluso, cuando José recibía respuestas un tanto bruscas y algunas descorteses, mi corazón sentía paz, armonía y gozo.

Pero tampoco voy a decir que no me dolía ver a mi pobre José insistir en un sitio y en otro y en todos recibir la misma respuesta. “Para vosotros no hay lugar aquí”. “Idos lejos”.

¡Cuánto admiro yo la fe de mi José!
¡Nunca me hubiera imaginado una fe tan honda y profunda!
Incapaz de decir no a nada. Incapaz de quejarse.
Incapaz de preguntarle a Dios porqué hacía las cosas de esa manera…

Queridos hijos, si lo hubieseis visto preparar el pesebre…
Durante meses yo lo contemplaba haciendo la cuna para cuando llegase el Niño…
Y en Belén no teníamos cuna alguna…
José se desvivía… Y todo quedó muy bien. Hasta yo me sentía muy a gusto sobre la paja del establo. Tal vez, porque la dulce vida que llevaba dentro me hacía sentirlo todo de otra manera.

Cuando, por fin, pude tener al Niño en mis brazos, a José le temblaban los suyos… quería tomarlo entre sus manos y absorto ante el misterio le temblaban como las espigas cargadas de trigo movidas por el viento.
Besó al niño con tanto cariño…
Y luego me besó a mí con tanta ternura que me parecía sentir las caricias de los mismos labios de Dios.

Yo me sentía muy bien en medio de aquel silencio, sin más testigos del nacimiento del Hijo del Altísimo que José y yo y los dos animalitos que con su vaho daban un poco de calor al establo.

El Niño, se me quedó dormidito en el calor de mis brazos.
Cuando de pronto, escucho la algarabía de los Pastores…
¡Pobre hijo mío, te van a despertar!

Cuando llegaron lo miraban con unos ojos grandes que brillaban en la noche…
Mi Jesús abrió por vez primera los suyos y les quedó mirando en una actitud de gratitud.
Aquella fue la primera Navidad. La Navidad de verdad.

Por eso, ahora, cuando cada año vosotros volvéis a celebrarla yo siento que todo se me remueve por dentro.
Se me remueve el corazón agradecido a Dios, porque “ha mirado la humillación de su esclava”.
Se me remueven las entrañas que durante nueve meses cargaron con el dulce peso del Hijo de Dios, escondido de las miradas de todos.
Se me remueve mi fe y mi esperanza.
¿Cómo pudo Dios confiar tanto en una pequeña criatura como yo?
Dios me resulta siempre maravilloso y misterioso.
Nunca logré entender sus caminos, aunque siempre los acepté, precisamente porque son los suyos.

…https://mensajealosamigos.wordpress.com/2021/12/25/carta-maria-navidad/

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