En Ecuador existe la ceremonia del Descendimiento de Jesús de la cruz que se realiza el Viernes Santo en las Parroquias y Capillas. los que actúan en esta ceremonia son llamados: "los Santos Varones", un grupo de unos 5-7 varones vestidos con túnicas blancas y un pañuelo blanco en su cabeza.
El Monte Calvario:
Acabados los actos del Jueves Santo y la adoración a Jesús en el Monumento, los santos varones trabajan durante horas para realizar en el altar el "Monte Calvario", una gran estructura de ramas de árboles que cubren todo el presbiterio de la iglesia y que, con la ayuda de escaleras y andamiajes escondidos entre el ramaje del Monte calvario, van a permitir, el Viernes Santo, realizar la ceremonia del Descendimiento de la cruz que preside el Monte calvario.
Aqui insertamos la lectura del llamado a los Santos Varones para que realicen el Descendimiento del cuerpo de Jesús colgado en la cruz (realizado en varias capillas de Conocoto y Nayón y escrito por Francisco Calderón, seminarista de Quito):
Jesús ha muerto en la cruz. El llanto y la desolación
son la tónica de este momento; Cuando Jesús
desciende de la cruz, se besa el cielo con la tierra, la divinidad con la
humanidad, la muerte con la vida, la alegría con la tristeza, la fe con la duda
y la desilusión con la esperanza. Y ahora ustedes, Santos Varones, imitando a los generosos José de Arimatea y
Nicodemo, vamos a descender el cuerpo adorable de nuestro Señor y Rey para
darle sepultura. Ustedes, escogidos para imitar a los Santos José y Nicodemo, cumplan con este acto con la devoción y el amor de los amigos de Jesús. Suban Santos varones a las alturas del monte calvario, a las alturas del patíbulo de la cruz.
(Pasan los santos varones al frente portando su vela).
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Santos
Varones, quiten el letrero INRI:
Quiten ese letrero, puesto a modo de burla por el
infame Pilato; ese letrero que a pesar de ser satíricamente colgado guarda una
verdad: tú eres el rey: Rey de la gloria, rey de la paz. Pero nosotros nos
olvidamos de ello y pasamos nuestra vida, como si fuéramos dueños de ella, despilfarrando
los bienes que cada día nos regalas. Tú eres el rey, pero muchas veces hacemos
reyes a nuestros vicios, a nuestros lujos y nos hacemos presa de ellos. Oh,
Jesús, Dios y señor mío, que podamos reconocerte y amarte, conscientes de tu
divinidad y de tu amor hacia nosotros.
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Santos
Varones, quiten la corona de espinas:
Retiren con cuidado esa corona, puesta para mortificar
las santas sienes de nuestro Salvador, quiten esa corona que en principio
sirvió de burla, pero por la fuerza de la salvación hoy es corona de gloria.
Quiten de la cabeza de Jesús este
cilicio doloroso, y al hacerlo pidámosle a Dios que nosotros no sigamos
coronando a Jesús con coronas confeccionadas de angustia y de tristeza, ni lo
sigamos coronando con espinas de muerte y de miseria; ni lo coronemos con
coronas ensangrentadas por esta violencia sinsentido de la guerra que atormenta
nuestro mundo. Oh, Jesús, que podamos nosotros, a través de tu pasión, alcanzar
la corona de la gracia, ser coronados con las virtudes. Que no seamos espinas
con nuestro pecado y que cada día te demos gloria con nuestras acciones.
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Santos Varones, quiten el sudario:
Quiten piadosos hermanos, el velo que
cubre a nuestro Señor, humillado ya por las inmundas salivas y atrevidas
bofetadas; bañado en tanta sangre, derramada por nuestros pecados; quiten ese
santo hábito, que recogió la sangre preciosa de nuestro Señor. Oh,
inocente Jesús mío: por los méritos de las burlas y del dolor que entonces
sufristeis, ayúdanos a desnudarnos de todos los afectos a las cosas terrenas,
para, que podamos nosotros poner todo nuestro amor en ti, sumo bien, que tan digno
eres de ser amado.
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Santos
Varones, quiten el clavo que sujeta la mano derecha:
Bajen queridos hermanos, ese brazo santo, hecho para
bendecir; brazo de la ternura; brazo que levanta
al caído, el brazo que corrige, que orienta, que sana, que redime. Desciendan
con cuidado el santo brazo, aquél que curó a los enfermos, dio la vita a los
ciegos, hizo caminar a los tullidos, dio el habla a los mudos y sufrientes,
bajen ese brazo sacrosanto, aquel que calmó las aguas, aquél que multiplicó el
pan, aquél que convirtió el agua en vino. Oh, dulcísimo Jesús mío, danos
la fortaleza necesaria para vencer los respetos humanos y todos nuestros
desordenados apetitos, que nos han hecho despreciar vuestra
amistad.
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Santos
Varones, quiten el clavo que sujeta la mano izquierda:
Bajen, queridos amigos del Señor, el
brazo izquierdo de nuestro divino Salvador: brazo que empuñó la bandera de la
vida sobre la miseria de la muerte; el brazo que alentó a sus discípulos cuando
en cierta población fueron despreciados, o que les animó a la profesión de fe,
señalando el monte de la Transfiguración; es el brazo que con el que abrazó a
María, brazo con el que levantó a la adultera, brazo con el que abrazó a sus
discípulos, Qué este brazo izquierdo de Jesús sea nuestro propio brazo, para
abrazar y dar la paz, para construir una sociedad más justa, para ser mejores
cristianos. Oh, Amado Jesús mío, por la herida de tu mano izquierda, ayúdame a
amar más y mejor, a bendecir y no maldecir, a ser grato con tu inefable amor.
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Santos Varones, retiren el clavo de los pies de nuestro Señor:
Quiten, hermanos queridos, el clavo
que traspasa esos pies hermosos, de aquel que es el mensajero de la Paz, de
esos santos pies que se desgastaron dejando a su paso alegría y bendición, pies
descalzos que devolvieron dignidad a los pobres; pies sagrados que con sus
dulces huellas bendicen nuestra tierra;
En ellos queremos desclavar a los que
anhelan la oportunidad de encontrar un trabajo para su sustento, los pies de
los que huyen del hambre o la barbarie de sus países (refugiados, inmigrantes,
exiliados…), los pies de los que tropiezan con las piedras que la sociedad
materialista e insolidaria pone en el camino, como obstáculos insalvables que
impiden el auténtico desarrollo.
Oh, despreciado Jesús mío. Clavad mi corazón a
vuestros pies para que quede siempre unido a ellos, amándote. Por esta santa
herida en tus pies, lleva los míos por caminos de santidad y de gracia, por
caminos de verdad y de fe, por caminos de justicia y caridad.
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Santos
Varones, bajen el cuerpo de Jesús y preséntenlo a su afligida Madre:
Lleven, santos varones, el sagrado cuerpo a los brazos
de su Santísima Madre. Oh, dulcísima Madre y abogada nuestra, perdona nuestra
iniquidad, aquella que asesinó a tu hijo en el leño de la Cruz. Recibe, Madre
querida, el cuerpo muerto del hijo que en Belén entregaste al mundo, recibe el
cadáver de aquel niño al que enseñaste a caminar y a decir Papá a Dios. Recibe,
el cuerpo de aquel a quién pediste auxiliar en las bodas de Caná; recibe el
cadáver de aquel a quien acompañaste en su predicación amorosa, El mundo te lo
devuelve así, muerto, llagado, ensangrentado. Oh, Madre llena de aflicción, en
ti ponemos a todas las madres del mundo, sobre todo a aquellas que sufren por
los vicios de sus hijos, a aquellas que sufren por los errores de ellos. Recibe
Madre, a tantas mujeres que han perdido a sus hijos, y recibe también a cuantas
deciden, cegadas por el pecado, quitar la vida de sus pequeños con el aborto.
Oh, reina de los mártires, hazme sentir tus dolores,
para contigo llorar amargamente. Déjame recostar mi cabeza en tu regazo, porque
tu entiendes mi dolor y sufrimiento. Reina dolorosa, nunca nos sueltes de tu
mano.
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Santos
varones, muestren y presenten el cadáver sacrosanto de Jesús a los fieles:
Muestren queridos hermanos, el cuerpo de nuestro
adorable salvador, herido, llagado, muerto. Miren, como nuestro pecado y
nuestra inmundicia han dejado a aquel que ha manifestado su amor por nosotros.
Miren muerto a aquel que levantó a los muertos del sepulcro, a aquel que lloró
cuando su amigo Lázaro había muerto. Miren como nuestro Señor ha dado todo de
si, sus dolores, su sangre, sus heridas, todo por nuestra redención.
Oh, difunto Jesús mío. Besamos enternecidos
esa Cruz en que por nosotros has muerto. Yo, por mis pecados, tenía merecida
una mala muerte, más la vuestra es mi esperanza. Ea, pues. Señor, por los
méritos de vuestra santísima muerte, concédenos la gracia de morir abrazados a
vuestros pies y consumidos por vuestro amor.
Ahora, lleven el cuerpo con las Santas
mujeres, para que laven y perfumen el cuerpo, preparándolo para el
sepulcro. El rey duerme, y hemos da
esperar junto a nuestra Madre, lo que él nos ha prometido. Hoy Jesús descansa,
el mundo se cubre de tinieblas, el mundo sufre la ausencia de su Dios y Señor.
Hoy nos quedamos con María, la acompañamos en su dolor. Mientras colocan con sumo cuidado y respeto
el cuerpo, cantamos todos: Salve Dolorosa.